El reloj marca las 8:00 a.m. y el mugido de vacas, cerdos y caballos resuena entre las paredes del tiangue y rastro de Aguilares, en el municipio de San Salvador Norte, un lugar en donde el tiempo parece no percatarse de la emergencia del gusano barrenador de ganado (GBG), y las compras y regateos fluyen como siempre.



Ventas de cinchos, camisas a cuadros, lazos para amarrar al ganado, comida, agua y pupusas son las variables perfectas para identificar que el tiangue se ha instalado un jueves más en las cercanías del casco urbano de Aguilares.

En este lugar no hay restricciones, la mayoría de bovinos son transportados en camiones grandes que se dirigen hasta el corral principal, en donde todos juntan sus animales para vender, mientras los compradores se acercan para encontrar el animal ideal.



Aunque cabras, cerdos y becerros están generalmente fuera del gran corral, estos se agrupan junto a los animales de otros vendedores que llegan desde diferentes puntos del país.



Conforme avanzan las horas, la estrechez de los caminos por los que curiosos y compradores pasan se acorta. Con precaución los ganaderos revisan y regatean la mejor oferta. "Tóquelo está suave el animalito", se escucha, siempre con cautela a que un coletazo o patada pueda golpear y con posibilidades de comprar un ternero gordo desde los $100.

Los ganaderos no preguntan por el gusano barrenador al momento de hacer negocios. Entre charlas, leve tráfico y bullicio de la calle, un productor comenta que, aunque no hay restricciones para vender un animal enfermo, los compradores no lo hacen trato tan fácil. "Si están gordos se vuela la pata y se va al destace", de lo contrario "no se lo compran acá", comentó.

Sentada, bajo la sombra de un árbol, otra persona aseguró que animales "alentados y enfermos" se venden en el tiangue, aunque aclaró que los ganaderos deben tener "buen ojo" para evitar adquirir bovinos infectados y que la enfermedad se puede adquirir en cualquier lugar.
Golpes y heridasEl tiempo sigue corriendo, y lo único que se necesita para adquirir un animal es el documento único de identidad (DUI) y el proceso de compra que la alcaldía gestiona.

Cuando se cierra un trato, cada vaca es marcada en sus lomos para diferenciarlas del resto. Aunque entran y salen en camiones, en los trayectos y su estadía en el tiangue, los bovinos tienden a golpearse, y la rudeza con la que algunos ayudantes tratan a los animales les genera heridas.

Pasan las 10:00 a.m. en medio de un día caluroso, una vaca sangra y parte de su cráneo se ve expuesto ante el ojo público que lo ve con normalidad por la agresividad del animal, como resultado de un lazo que le rodea sus cuernos, esperando ser subida a uno de los camiones que la llevará hacia su nuevo hogar o dónde perecerá para llegar a las mesas de los salvadoreños.



Los animales se notan gordos, uno que otro se revisten de delgadez y se aprecian sus costillas, pero más de alguno está desangrado, apuntando en contra de una de las principales recomendaciones del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) para evitar laceraciones en el ganado, pues la mosca de GBG es atraída principalmente por el olor de la sangre, por lo que toda laceración o roncha se vuelve el lugar perfecto para que deposite los huevecillos.



Pese al panorama, los productores están conscientes de que es necesario cuidar al ganado, estar pendientes de los mismos y desconfiar de cualquier "rosadura" que pueda ser atractiva para los gusanos porque "se le puede caer hasta la pata".

Aunque los productores comentan que la verdadera "locura" es en las primeras horas del día, el tiangue sigue abierto hasta la tarde, con menos animales y más camiones ocupando el espacio que por la mañana generó ingresos y empuja el ciclo agrícola en las afueras de la capital.

Pese a que El Salvador se encuentra en emergencia zoosanitaria desde febrero de 2025, el MAG no ha brindado instrucciones, al menos públicamente, sobre el control y el manejo en los tiangue.

Mientras esto último ocurra, los jueves de tiangue seguirán su curso normal en Aguilares, con una buena porción de ganaderos precavidos que evitan comprar y vender animales infectados con el GBG, pero que exponen al hato a heridas y rozaduras en los trayectos y estadía del recinto.