El auge de las tecnologías digitales ha transformado radicalmente nuestra sociedad, ofreciéndonos comodidad, acceso y posibilidades antes inimaginables. Sin embargo, esta revolución también ha traído consigo riesgos considerables que ponen en jaque la seguridad de los salvadoreños y las empresas del país. La reciente advertencia de la Asociación Bancaria Salvadoreña (Abansa) sobre el aumento de las estafas digitales no es un llamado cualquiera; es una alerta que debe ser escuchada y atendida con urgencia.



Las modalidades empleadas por los ciberdelincuentes son cada vez más sofisticadas y, en muchos casos, juegan con la confianza de los usuarios. Desde publicidad fraudulenta en buscadores hasta mensajes en WhatsApp con enlaces maliciosos, los salvadoreños enfrentan un panorama donde cada clic puede representar un riesgo.

Lo alarmante es que estas tácticas no solo afectan a los usuarios comunes, sino también a las pequeñas y medianas empresas (Pymes), que, según expertos, son vulnerables a peligros como el ransomware, el phishing dirigido y el compromiso del correo electrónico empresarial.



En este contexto, el informe de Frost & Sullivan que posiciona a El Salvador como el tercer país con más ciberataques de ransomware en la región en 2024 es un dato que no puede ser ignorado. ¿Cómo llegamos a este punto? Más importante aún, ¿qué estamos haciendo para revertir esta tendencia? En un país donde la transformación digital avanza a pasos agigantados, la ciberseguridad no puede ser un tema secundario o una simple recomendación. Es una prioridad nacional.