El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, presentó el lunes junto al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, un plan de paz para Gaza que ha sido calificado por expertos como un “ultimátum” al grupo islamista Hamás, y no una vía concreta para resolver el conflicto árabe-israelí.
La propuesta, compuesta por 20 puntos, excluye completamente a los palestinos en su elaboración y apuesta por un gobierno de transición encabezado por el propio Trump, acompañado del exprimer ministro británico Tony Blair, sin que se definan plazos ni estructura clara.
El proyecto condiciona cualquier posibilidad de autodeterminación palestina a una serie de reformas en la Autoridad Nacional Palestina bajo supervisión de Israel.
“El plan más que una solución parece un ultimátum a Hamás para que se rinda; de no hacerlo, continúa la amenaza de destrucción de la Franja de Gaza y el genocidio de su población”, advirtió Ignacio Álvarez Ossorio, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid.
Ni siquiera con el control total del proceso, Israel ha mostrado disposición a reconocer un Estado palestino. Horas después de presentar el plan, Netanyahu reiteró que “rotundamente, no” aceptará la creación de un estado palestino, según lo dijo en un video publicado en redes sociales.
“Sería un milagro que la Autoridad Palestina hiciera todas las reformas que Israel exige”, recordó Max Rodenbeck, director del proyecto Israel-Palestina del International Crisis Group.
Pese a la polémica, varios países de la comunidad internacional han visto con buenos ojos la iniciativa, señalando que podría aliviar la crítica situación humanitaria en Gaza. La región sufre bombardeos diarios, escasez de alimentos y medicinas, y un creciente número de víctimas por hambruna, en su mayoría niños.
Álvarez Ossorio reconoció algunos elementos positivos del plan: “Permitirá la entrada masiva de ayuda humanitaria, rehabilitará infraestructuras destruidas y facilitará la reconstrucción con apoyo de países del Golfo. Además, no plantea expulsiones, lo que mejorará notablemente la situación de la población”.
Sin embargo, alertó que “se vuelven a negar los derechos nacionales del pueblo palestino”, repitiendo un patrón histórico en el que potencias extranjeras toman decisiones sin contar con los propios afectados.
Max Rodenbeck consideró que la propuesta fue diseñada para complacer a distintos actores clave de la región. Egipto y Jordania, preocupados por un posible flujo masivo de refugiados palestinos, habrían recibido garantías de que estos permanecerán en Gaza. A su vez, los países interesados en contratos de reconstrucción y oportunidades comerciales han sido “silenciados” con promesas concretas
. “Francamente, muchos de los vecinos de la región tampoco son amigos de Hamás, así que si esto significa el fin de Hamás, no les preocupa demasiado”, sostuvo Rodenbeck.
Israel, según Álvarez Ossorio, sería el gran beneficiado. “Se han eliminado elementos lesivos para los intereses israelíes, como la retirada total de tropas, y el plan ya no hace mención a la solución de los dos Estados”, señaló.
El documento carece de cronograma, nombres de los integrantes del gobierno de transición, detalles sobre el retiro militar israelí o mecanismos para distribuir ayuda. Tampoco se explicita cuál será el papel de los países árabes e islámicos, pese a la inclusión de una “Fuerza Internacional de Estabilización”.
“No queda claro cómo estarán representados los intereses de esos países en el gobierno de transición, ni cuánto durará ese gobierno”, cuestionó Álvarez Ossorio. Rodenbeck fue aún más directo: “No sabemos exactamente qué se está aceptando. Ni siquiera está claro quién va a estar a cargo, excepto el presidente Trump”.