La peor ola de incendios forestales del siglo en España ha dejado un panorama devastador: cientos de miles de hectáreas quemadas, aldeas arrasadas, 34,000 personas desalojadas y familias que han perdido sus hogares para siempre. “Todo era un infierno”, relataron los vecinos al recordar las llamas avanzando sin control.
En Galicia, la aldea de San Vicente, en Vilamartín de Valdeorras (Orense), quedó reducida a cenizas. “Sentí morir al verla así”, confesó Mitalia, vecina que perdió la casa donde habían vivido generaciones de su familia. Otros sobrevivientes lograron salvar sus viviendas, pero ahora enfrentan la falta de agua, luz y servicios básicos.
Los incendios, catalogados como de sexta generación por su voracidad, llegaron a arrasar hasta 4,000 hectáreas por hora. En la parroquia de Bendollo, en Quiroga (Galicia), los habitantes denunciaron haber quedado “completamente solos” frente al fuego, que fue contenido únicamente gracias al esfuerzo de voluntarios llegados de otras localidades.
En Palencia, los pueblos de Mantinos, Villalba y Fresno del Río vivieron evacuaciones exprés. Familias huyeron con lo puesto, apenas alcanzando a llevar ropa o medicinas. “Lo peor es la impotencia de ver el fuego tan cerca y no poder hacer nada”, relató un vecino desalojado.
Los refugios improvisados en polideportivos se han convertido en el único alivio para quienes lo perdieron todo. “Fue todo muy caótico”, narró Manuel, residente de Villalba. A su lado, Pilar recordó que solo pudo llevar “la medicación y algo de ropa”.
Monse Juanes, psicóloga de Cruz Roja, explicó que muchos desplazados llegaron en shock y con angustia, aunque poco a poco encuentran calma gracias a las muestras de solidaridad. “Lo más duro es asumir que tu casa, tu vida, puede estar en peligro”, aseguró.
La ola de calor que atraviesa el país, sumada a la sequía extrema, ha intensificado los incendios forestales en el norte y centro de España, convirtiendo el verano en un éxodo forzado hacia refugios temporales.