El cónclave para elegir al nuevo papa arrancó este miércoles en el Vaticano, con una misa solemne en la basílica de San Pedro y el posterior encierro de los 133 cardenales electores en la Capilla Sixtina, bajo los frescos de Miguel u00c1ngel.
La jornada inició con la misa ‘Pro Eligendo Pontifice’, presidida a las 10:00 a.m. (2:00 a.m. hora de El Salvador) por el cardenal decano Giovanni Battista Re. Por la tarde, los cardenales se dirigieron en procesión desde la Capilla Paulina hasta la Capilla Sixtina, entonando las letanías y el ‘Veni Creator’, invocación al Espíritu Santo.
Tras ingresar, los purpurados prestaron juramento sobre el Evangelio. Luego, el maestro de ceremonias, Diego Ravelli, pronunció la fórmula “Extra Omnes” —que exige la salida de todos los no autorizados— y las puertas fueron cerradas. Desde ese momento, los cardenales quedaron incomunicados hasta la elección del sucesor del fallecido papa Francisco.
Está previsto que este mismo miércoles se realice el primer escrutinio y se emita la primera ‘fumata’. El mundo sabrá si hay nuevo pontífice por el color del humo que saldrá de la chimenea instalada en el techo de la capilla: blanco si hay elección, negro si no hubo consenso.
Los cardenales votarán cuatro veces al día —dos por la mañana y dos por la tarde— mientras permanecen aislados dentro del Vaticano. Pasarán las noches en la Casa Santa Marta o en un edificio cercano, sin contacto con el exterior.
Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos, explicó que la Capilla Sixtina fue preparada desde el 28 de abril para el cónclave. Se retiraron elementos del recinto para instalar los asientos y la urna de votación, además de habilitar la salida de humo.
“Los cardenales tendrán la responsabilidad de su voto bajo la bóveda del Génesis y frente al Juicio Final”, dijo, en referencia a las obras de Miguel u00c1ngel.
Jatta recordó que esta emblemática capilla recibió a cerca de siete millones de visitantes en 2024 y que su historia como sede de cónclaves se remonta a 1492, aunque fue establecida oficialmente para este fin en 1996 por Juan Pablo II. “Es un lugar santo y simbólico por la historia, el arte y la fe”, añadió.
Las imágenes difundidas muestran también la Sala de las Lágrimas, donde el futuro papa podrá cambiarse y contener la emoción del momento. Allí le esperan tres trajes papales de distintos tamaños, tradición que se mantiene viva en cada transición del liderazgo de la Iglesia católica.