En las últimas semanas, Rusia ha violado el espacio aéreo de al menos seis países europeos con drones y, en el caso de Estonia, con cazas Mig-31 armados con misiles. Además, envió bombarderos y aviones militares cerca de las costas de Alaska, lo que provocó una intercepción por parte de Estados Unidos.
Según el analista Jesús A. Núñez Villaverde, exmilitar y experto en geopolítica, estas incursiones forman parte de una estrategia de “provocación intencionada” que busca dos objetivos principales:
Militar: comprobar la ubicación y capacidad de reacción de las defensas antiaéreas de la OTAN.
Político: aumentar las tensiones entre Washington y sus aliados europeos, al tiempo que se explotan las diferencias internas en la UE respecto a Rusia.
Incursiones como parte de la guerra híbrida
Núñez Villaverde, en un análisis publicado por el Instituto Elcano, subraya que estas acciones no pueden considerarse accidentes.
“Cuando hablamos de más de una veintena de drones y de aviones militares que penetran 12 minutos en espacio aéreo estonio, no es un error de navegación, es una provocación deliberada”, afirmó.
El experto enmarca estas maniobras dentro de la guerra híbrida de Moscú, que incluye ciberataques, desinformación y tránsito militar por aguas internacionales cercanas a los países aliados.
Reacciones divididas en la OTAN
Aunque países como Polonia y Estonia han invocado el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, la respuesta de Washington ha sido cautelosa. El presidente Donald Trump ha restado gravedad a los incidentes, calificándolos de “accidentes”, lo que ha generado tensiones dentro de la Alianza.
El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, anunció la operación Centinela Oriental tras la última incursión en Polonia, aunque la misión aún no se ha puesto en marcha. España ha ofrecido tres cazas, un sistema de radar y un avión A400, pero el despliegue sigue pendiente.
Por su parte, Lituania exige una postura más firme y ha aprobado una ley que permite a sus Fuerzas Armadas derribar drones no tripulados rusos que violen su espacio aéreo.
El análisis concluye que ni la OTAN ni Rusia desean una confrontación directa. Sin embargo, Moscú se beneficia de estas maniobras al obtener información militar sensible y al tensar las relaciones políticas entre los aliados.
“La OTAN muestra que no quiere chocar militarmente con Rusia, y Moscú tampoco cruza el umbral de un enfrentamiento directo. Pero cada provocación refuerza el pulso geopolítico en Europa”, advierte Núñez Villaverde.