El torogoz, conocido por su naturaleza monógama, simboliza la unión de los hogares salvadoreños. Los padres de esta ave colaboran en el cuidado de sus pichones, reflejo de los valores fundamentales de la familia. Aunque el torogoz fue finalmente elegido como ave nacional, otras especies también fueron consideradas en este proceso, como la chiltota, la chara centroamericana, el dichosofuí, la tortolita rojiza y la urraca.
El biólogo Rodrigo Contreras, especializado en la conservación de ecosistemas, señala que el torogoz es también el ave nacional de Nicaragua, aunque en este país se le denomina guardabarranco. Ambas denominaciones se refieren a la misma especie, que se caracteriza por su tamaño mediano (entre 25 y 30 centimetros de longitud) y su plumaje distintivo, que incluye un antifaz azul, ojos negros, vientre naranja y una larga cola en forma de raqueta.
Contreras destaca que el “torogoz juega un papel crucial en el ecosistema, como controlador de la población de insectos y un dispersor de semillas, además de ser un ave emblemática que refleja la belleza de ambos países”.
El torogoz también es conocido como momoto cejiazul, guardabarranco, barranquero, pájaro reloj o pájaro toh.
El torogoz puede ser observado en diversas áreas de El Salvador, tanto en zonas urbanas como en entornos naturales, aunque prefiere hábitats más conservados. Es común en regiones montañosas y boscosas como Apaneca, San Vicente (Cerro Verde), La Palma (Chalatenango), Santa Ana y San Miguel.Esta celebración invita a los salvadoreños a reflexionar sobre la importancia de conservar tanto al torogoz como su hábitat, que promueve la unidad familiar que representa esta emblemática ave.