Desde el último cuarto del siglo XIX, en el estado de California y, más específicamente, en el puerto de San Francisco, residía una pequeña comunidad salvadoreña. La formaba una serie de familias de élite económica y profesional, vinculada con sectores agroexportadores, bancarios, empresarios (transportes, energía y comunicaciones) y profesionales (medicina).

Dos de los pioneros de esa inmigración fueron el prófugo expresidente y general Carlos Basilio Ezeta -gobernante de facto entre junio de 1890 y junio de 1894- y el empresario Encarnación Mejía, quien no sólo dirigió sus empresas nacionales desde el extranjero, sino que también desempeñó funciones diplomáticas como cónsul durante casi dos décadas, incluso antes y después de la devastación de la ciudad por el terremoto e incendio de 1906.

En la costa este estadounidense, Nueva York fue la localidad preferida para la llegada de salvadoreños de fines del siglo XIX e inicios de la centuria siguiente, pero mucha de esa masa humana de varios miles de personas estuvo integrada por obreros de escasa formación y casi nulo patrimonio, aunque sí hubo varios intelectuales (Luis Lagos y Lagos, Alberto Masferrer, Claudia Lars) que se dejaron atraer durante algún tiempo por la ciudad de los rascacielos y sus alrededores.

En San Francisco, la comunidad salvadoreña de élite no sólo usó sus rutas navieras para desplazarse por el mundo o enviar cargas de café, azúcar, añil y otras materias primas, sino que también lo empleó para movilizar cargas de diversos productos industriales o semiindustriales procedentes de China, Corea y Japón. Decenas de almacenes y tiendas por todo el casco urbano mostraban diversos productos de vestimenta y decoración para hogares y oficinas, algunos de los cuales terminaban decorando estancias en las residencias de esa comunidad salvadoreña en el territorio nacional. Ese fue el caso del banquero Rafael Guirola Duke, quien decoró de manera exquisita con motivos japoneses un sector de Villa San Rafael, su mansión en la ciudad de Santa Tecla, a inicios del siglo XX.



En esas primeras décadas del siglo XX, el comercio entre el Lejano Oriente y El Salvador pasó por San Francisco. Incluso, viajeros nacionales hacia Japón, China, Vietnam, Laos y otros destinos del sur asiático tuvieron que hacer transbordo en las líneas de vapores de la Pacific Mail Steamship Company, que daba cobertura naviera entre Panamá y San Francisco, con escalas en los puertos salvadoreños de La Unión, La Libertad y Acajutla.

Así fue como llegaron a Yokohama, Tokio, Shanghái, Hanoi y otras localidades del Asia francesa, británica, china y japonesa viajeros salvadoreños como el médico y microbiólogo Dr. Gustavo Barón (1904) y el escritor y periodista Arturo Ambrogi Acosta (1913), el flâneur y cronista urbano de la literatura modernista salvadoreña.

Fotografía de 1927 de la fachada de la residencia particular del Dr. Alfonso Quiñónez Molina y su familia. En estado ruinoso, aún se alza en la manzana inmediata al costado norte del templo del Rosario, en el centro de la capital salvadoreña.


En la mañana del jueves 23 de julio de 1925, Edwin Lowe Neville (1884-1944, cónsul general en Tokio y consejero de la embajada estadounidense entre 1924 y 1936, así como embajador estadounidense en Tailandia de 1937 a 1940) telefoneó a K. Hishi, perteneciente a la planilla oficial de Gaimushō o Ministerio de Relaciones Exteriores del gobierno imperial japonés. En horas vespertinas, le envió una carta, en la que le reiteró la misma petición verbal, cuya copia ahora se conserva en el Archivo Diplomático de Japón: que se les otorgaran facilidades de ingreso a territorio japonés a las viajeras salvadoreñas Leonor Meléndez de Quiñónez, a su hija Mercedes Quiñónez Meléndez, a su sobrina Ana María Letona Meléndez y a su amiga estadounidense Fannie Ware.

Según lo mencionó Mr. Neville en su llamada y carta, ese grupo femenino se desplazaba por sus propios medios mediante la red de ferrocarriles chinos del este y los del sur de Manchuria, empresa establecida el 26 de noviembre de 1906 por el gobierno imperial japonés. El lento y nada sencillo viaje lo iniciaron desde Pekín (China), con escalas en Mukden (nombre manchú de Shenyang, capital provincial de Lianing) y Seúl, dentro del territorio entonces llamado Chōsen (actual Corea), que estaba bajo administración del imperio nipón. Después, el grupo se embarcó con destino a Tokio y Yokohama, su puerto de salida hacia el continente americano.

Una de las locomotoras y convoyes de pasajeros y carga del ferrocarril del sur de Manchuria (China), empresa estatal japonesa inaugurada en noviembre de 1906.


Antonia Leonor de Jesús Meléndez Ramírez (¿1873-1875?-1968), era, desde el 3 de marzo de 1905, la esposa del médico Dr. Alfonso Quiñónez Molina, para entonces presidente de la República de El Salvador y, por tanto, como lo señaló Mr. Neville en sus dos mensajes, era la primera dama del país centroamericano. Su hija era María Mercedes Quiñónez Meléndez, nacida en la capital salvadoreña el 4 de junio de 1908, misma ciudad en la que fallecería el 19 de abril de 1994. Leonor era hija del salvadoreño Rafael Meléndez y de la nicaragüense Mercedes Ramírez -hija del expresidente Lic. Norberto Ramírez- y hermana de los expresidentes Carlos y Jorge Meléndez Ramírez. Desde la década de 1870, su familia estaba involucrada en política, negocios azucareros, metalúrgicos, bancarios y de bienes raíces urbanos y rurales.

Leonor y su hija Mercedes arribaron dos años antes de su viaje al Lejano Oriente. Llegaron el lunes 16 de abril de 1923 desde La Libertad al puerto californiano de San Francisco a bordo del vapor SS Venezuela -de la Pacific Mail Steamship Company-. Una de las primeras atracciones que visitaron en las siguientes 48 horas fue el Golden Gate. En septiembre, la joven ingresaría al bachillerato en un colegio de señoritas de esa urbe californiana y su madre permanecería a su lado durante esos años de formación secundaria.

El vapor SS Venezuela, de la Pacific Mail Steampshic Company, que hacía su trayectoria periódica entre los puertos salvadoreños y San Francisco, California.


Dos meses más tarde de su arribo, el lunes 11 de junio de 1923, a bordo del mismo vapor Venezuela, llegaron el médico y cirujano Dr. Santiago Letona Hernández (Sensuntepeque, 01.jul.1872-San Salvador, 11.abr.1953), casado desde el 20 de mayo de 1908 con María del Carmen Meléndez Ramírez (San Salvador, 03.jun.1877-01.ene.1949), en compañía de sus hijas Ana María, Carmen, Aminta y Regina, quienes también fueron matriculadas en instituciones educativas californianas, acompañadas por su respectiva progenitora, la hermana de Leonor. Con estatura de 152 centímetros, ojos verdes y cabellos negros, Ana María nació en la ciudad oriental de San Miguel, el sábado 15 de marzo de 1913. Tras viajar por Europa y regresar a El Salvador al finalizar sus estudios, Ana María reingresó a los Estados Unidos por vía terrestre por el punto migratorio de Laredo (Texas), el domingo 17 de septiembre de 1944. El lunes 1 de septiembre de 1958 en la ciudad portuaria San Francisco contrajo nupcias con Charles Mehr, nacido en 1906 en Bedford (Wyoming), solicitó la nacionalidad estadounidense y pasó a firmar como Ana Mehr. Ella falleció en Sacramento (California), el domingo 29 de octubre de 1995.

El periplo turístico por China, Corea y Japón de las Meléndez-Quiñónez y Letona-Meléndez fue realizado durante las vacaciones veraniegas de las adolescentes. Finalizó el martes 11 de agosto de 1925, cuando el SS President Taft -barco transpacífico de pasajeros y carga (1920-1947), de 14,123 toneladas y perteneciente entonces a la Dollar Steamship Company- atracó en San Francisco procedente de Yokohama, tras una escala en Shanghái y su salida desde Hong Kong el 2 de ese mes. En la ficha migratoria de Leonor se consignó que tenía una estatura de 165 centímetros, ojos y cabellos cafés.

¿Qué ciudades visitaron en esos países exóticos? ¿En qué hoteles se hospedaron? ¿Qué experiencias vivieron? ¿Qué objetos compraron e importaron? ¿Tuvieron algunos contratiempos en sus diferentes tramos por ferrocarriles o barcos? ¿Se enfrentaron a algún fenómeno de la temporada de monzones en el océano Pacífico?

¿Enviaron cartas o postales desde cada uno de sus puntos de llegada y salida? ¿Tomaron fotografías de ellas m ismas o de los lugares visitados? Hasta la fecha, la búsqueda de más detalles acerca de ese viaje por el Lejano Oriente ha resultado infructuosa, pero sería ideal darle mayor seguimiento, porque se constituyó en la primera ocasión en que mujeres salvadoreñas hicieron turismo en grupo por China, Corea y el Imperio del Sol Naciente.

Tarjeta postal coloreada que muestra la actividad en el puerto japonés de Yokohama, en la segunda mitad de la década de 1920.


 

*Texto extraído del libro inédito dedicado a los 125 años de vínculos entre Japón y El Salvador y al 90 aniversario de sus relaciones diplomáticas.