A las 08:15 horas del lunes 6 de agosto de 1945, la bomba atómica Little Boy fue arrojada por el avión estadounidense Enola Gay sobre la localidad portuaria de Hiroshima. Después de 55 segundos de caída, el artefacto de fisión con base en uranio 235 hizo explosión a 600 metros sobre la ciudad. Los 16 kilotones de TNT liberados elevaron la temperatura ambiental en un millón de grados Celsius, dando lugar a una bola de fuego rojizo de entre 250 y 300 metros de diámetro. El “viento divino” se manifestó en forma de hongo y arrasó con infraestructuras y personas en un radio de 1.5 a 3.0 kilómetros. Cerca del 70% de edificios y residencias resultó destruido en la primera ola de impacto, para después sucumbir ante los innumerables incendios desatados.

La calle y distrito de Minami estaban situados a unos 2,500 metros de distancia de la zona de detonación de aquel artefacto devastador. Aunque no sufrió daños inmediatos por la explosión, sus edificios y cientos de personas sí resultaron dañados por los efectos de la detonación y la lluvia radiactiva. Una de las personas fallecidas en esa calle y distrito fue un hombre de 53 años, médico e inspector sanitario militar. Se trataba del doctor Juro Hatori. En su currículum constaba que, alguna vez, dos décadas antes, había estado por algunos días en la capital de la República de El Salvador.

Al mediodía del miércoles 5 de noviembre de 1924, en la residencia de la Legación japonesa de la ciudad de México, situada en el número 21 de la calle de Mérida, el ministro Shigetsuna Furuya (Ehime, 12.jun.1876-São Paulo, Brasil, 13.jun.1967) organizó un banquete oficial para presentar al Dr. Iwatarō Uchiyama (Maebashi, 28.feb.1890-19.nov.1971), un católico que en ese momento era secretario del Departamento Comercial del Ministerio de Asuntos Extranjeros del Japón y jefe de la comisión comercial especial enviada por el imperio para inspeccionar las situaciones generales existentes en las repúblicas centro y suramericanas. El Dr. Uchiyama sería más conocido como el promotor del ingreso de Japón a la Liga de las Naciones y ocuparía puestos diplomáticos en Madrid (1912), Santiago de Chile, Río de Janeiro (1917), Montevideo (1930) y embajador en Buenos Aires (1937).
Para entonces, El Salvador y Japón llevaban casi un cuarto de siglo en acercamientos y pláticas para lograr establecer relaciones diplomáticas y comerciales, pero diversas circunstancias habían impedido concretar esas intenciones mediante la suscripción de algún tratado o el establecimiento de alguna Legación o Consulado General o de otra naturaleza.

En aquel ágape en la Legación Imperial en la capital mexicana estuvieron presentes diversos jefes de misión, entre ellos Cecilio Bustamante Magaña (nacido en la ciudad de San Miguel, el 26 de junio de 1871, falleció en la capital salvadoreña, el 24 de junio de 1965. En ese momento era el ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de la República de El Salvador en México, entre otros cargos desempeñados durante su extensa carrera diplomática).
Otros invitados fueron Federico Quintana (ministro de Argentina), Pedro Pablo Agustín Mujica Carassa (Lima, 29.jun.1875-21.jul.1933, fue alcalde de Lima entre 1920 y 1921 y era el ministro de Perú en México), Eduardo Aguirre Velásquez (ministro de Guatemala), Luis Felipe Angulo (ministro de Colombia), Dr. Lourival de Guillobel (encargado de negocios del Brasil), Manuel Novoa Torres (encargado de negocios de Chile), Agustín Diner (cónsul general de Nicaragua), José Ignacio Icaza Camacho (mexicano, 1886-1930, cónsul general de Panamá), Ángel Lagarda (cónsul general de Costa Rica), Otto Reinbeck (cónsul general honorario de Honduras en la capital mexicana desde el 16 de julio de 1924, desempeñó ese cargo por las siguientes tres décadas), César E. Arroyo (cónsul, escritor y periodista ecuatoriano, nacido en Quito en 1887 y fallecido en Madrid, en 1937), Koshida Saichirō (1884-1963, entonces secretario jefe de la Legación japonesa en territorio mexicano, antes fue cónsul general en Milán -1921- y Batavia -actual Yakarta-, así como futuro encargado de asuntos ad interín en México -enero a diciembre de 1926- y España -de abril a noviembre de 1932- y ministro plenipotenciario y enviado extraordinario de Japón en Panamá, México y las repúblicas de Centroamérica, entre 1938 y 1939), acompañado de sus asistentes secretariales, Masaki Yodokawa (29 años, originario de Fukuoka, sería encargado de negocios y ministro del Japón en Perú en 1941) y una señora de la que no se tienen datos en el presente.
Tres semanas después de esa comida, esa comisión comercial japonesa -presidida por el Dr. Iwatarō Uchiyama y el secretario Koshida Saichirō e integrada por el ingeniero Ryusaburo Muroki (34 años), el médico e inspector sanitario militar Dr. Juro Hatori y un canciller-agente sin nombrar (quizá el oficial diplomático Akira Fukuoka, de 32 años)- llegó a San Salvador para “investigar las condiciones comerciales” de El Salvador, por lo que todos ellos “recibieron de parte del Gobierno y autoridades de la República las atenciones debidas y merecidas por la distinción de las personas que la integraban”, para que después pudieran continuar su viaje por diversos países del continente americano, entre ellos Brasil y Venezuela.
Los datos personales de los integrantes de esa misión del imperio nipón aparecen en la lista de pasajeros llegados el jueves 16 de octubre de 1924 al puerto de San Francisco (California), procedentes de Yokohama en el vapor Siberia Maru, un transpacífico de segunda clase. La lista puede consultarse en Passenger Lists of Vessels Arriving at San Francisco, CA, 1893-1953, Maryland, National Archives Microfilm Publication M1410, rollo 189, línea no. 6, id 004893620_00177_5. Su llegada a San Salvador quedó reseñada en la Memoria anual de Relaciones Exteriores, Instrucción Pública y Justicia, leída por el Dr. Reyes Arrieta Rossi y publicada por el Diario Oficial, tomo 98, no. 50, sábado 28 de febrero de 1925. De ella proceden los entrecomillados citados en el párrafo anterior.
Tendrían que transcurrir once años más para que El Salvador y Japón entablaran relaciones diplomáticas formales. En el Salón Rojo del Palacio Nacional de San Salvador, a partir de las 11:30 horas del jueves 25 de julio de1935, el presidente y general de brigada Maximiliano Hernández Martínez recibió las cartas credenciales del que desde septiembre de 1931 se desempeñaba como ministro residente en México, el doctor Hori Yoshimatsu (1895-1958, también llamado Yoshiatsu Hori o Yoshitaka Hori), quien llegaba como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario ante el gobierno salvadoreño, en carácter de diplomático concurrente en toda la región centroamericana. Hori salió por vía aérea de la capital mexicana, el sábado 8 de junio de 1935, con destino a Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, adonde arribó el lunes 24. Con oficinas situadas en el no. 190 de la Avenida de los Insurgentes de la capital mexicana, Hori Yoshimatsu fungió antes como cónsul en Vancouver (Canadá,1913-1914), encargado de negocios en la Legación japonesa en Beijing (China, 1927-1928) y como representante diplomático ante los sucesivos gobiernos mexicanos del coronel Abelardo Díaz Luján y del general Lázaro Cárdenas del Río. El 28 de abril de 1936 cesó en su cargo diplomático en México y Centroamérica y dejó como encargado de negocios ad-interín a Minoru Izawa (17.dic.1897-¿?), secretario de la Legación Imperial en San Salvador, quien llegaría a ser uno de los máximos especialistas japoneses en asuntos latinoamericanos. El 2 de septiembre de 1936 fue electo para ocupar uno de los cuatro puestos ejecutivos de la junta de directores de la Dōmei News Agency, el servicio noticioso imperial que daría cobertura a toda la Segunda Guerra Mundial, tras de la cual sería rebautizado como Kyodo News. Con rango militar de mayor, dirigió la Chichi Jima Radio durante la histórica batalla de Iwo Jima, librada por Japón y las tropas aliadas entre el 19 de febrero y el 24 de marzo de 1945.
En este 2025 se conmemoran 125 años en que Japón y El Salvador iniciaron acercamientos diplomáticos en la capital mexicana, además de los 90 años de las relaciones formales. Mientras tanto, en Hiroshima, un corazón salvadoreño late y canta en la voz del músico Alvar Castillo (Sensuntepeque, 11.feb.1960), quien con su esposa japonesa fundaron el restaurante mexicano Chikada (2017-2018). Residente desde hace dos décadas en esa localidad portuaria, Castillo mantiene su propia orquesta -con músicos nipones- en el Latin Bar Cafe Latino, todo un punto de obligada referencia de la cultura latinoamericana en aquella localidad del Imperio del Sol Naciente.
>Texto adaptado del libro inédito Sakuras y maquilishuats. Biografía mínima del primer diplomático centroamericano en Japón, 1927-1941.