Entre cajas, despedidas y cientos de libros que cambian de manos, Jacobo Rojas cierra un ciclo físico en el corazón de San Salvador, pero abre las puertas a un sueño aún más grande: llevar el conocimiento hasta donde lo llamen.
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Jacobo Rojas baja la cortina de su local "La Montaña de los Libros", ubicado en la 4ª avenida Norte y 3ª calle Oriente, en el Centro de San Salvador, un símbolo del próximo cierre definitivo que ocurrirá el 30 de junio.
La decisión de cerrar este espacio no vino por falta de lectores, sino por una larga espera de reubicación tras haber sido desalojado en 2023 de su icónica "Esquina de los libros" sobre la avenida España.
El alto costo del alquiler del nuevo local se volvió insostenible en la operación del proyecto. "La ayuda nunca vino", dice Jacobo, recordando que durante meses esperó una solución que no llegó y que lo obligó a asumir por su cuenta el alquiler de un nuevo lugar. "Lo que generaba ha servido para pagar el local, pero yo también tengo una vida... tengo que buscar de dónde pago", reflexiona.
Aunque es el cierre de un espacio físico, Jacobo no lo vive como una derrota, sino como una transformación. Su nuevo rumbo será aún más libre: la compra y venta de libros a domicilio, recorriendo El Salvador, Centroamérica y hasta México. "Estoy dispuesto a viajar para contactar con vendedores... quiero morir en libertad", afirma. "Si estoy vendiendo, me puedo ir allá por Santa Ana, ya he ido a Sonsonate, a la zona de La Paz... ese es el objetivo."
Una liquidación con sabor a despedida
Entre el 23 y el 30 de junio, y posiblemente algunos días más, Jacobo mantendrá abierto su local con una venta de liquidación a mitad de precio.
Ha sido un desfile constante de lectores que encuentran ejemplares únicos entre biblias, novelas, libros de historia, medicina, cocina, ciencia ficción, drama de vida y más.
El movimiento ha sido tan intenso que Jacobo ha decidido mantener el local abierto incluso si los compradores llegan después de las nueve de la noche. "No cierro La Montaña de los Libros toda la noche si hay gente", dice, con la energía de quien ama lo que hace.
"Yo quiero morir con una sonrisa... y esa sonrisa la da este proyecto de libros que todavía no termina". Jacobo Rojas, Propietario de la Montaña de los libros.
Uno de los visitantes fue Ernesto Cerritos, quien conoció a Jacobo hace más de 15 años cuando vendía libros bajo el sol y el polvo en un kiosco sobre la avenida España.
"Él tenía varias bodegas, los libros estaban ahí todos los días, al sol, entre el agua y el polvo... pero lo que hacía especial este lugar era la pasión", recuerda.
Con el paso de los años, Jacobo pasó de aquel rincón improvisado a locales más grandes y cómodos, pero manteniendo el mismo espíritu: acercar el conocimiento a todos.
Pamela Mejía, otra visitante, llegó con una caja para llevarse más de cien libros. Lo más importante para ella fue reencontrarse con un título que marcó su vida. "Encontré el libro que busqué durante muchos años, encontré el Noble Corán. Yo estudié la última vez hace aproximadamente siete años con un maestro que tuvo el privilegio de estudiar con los musulmanes. Entonces, para mí, la verdad, yo me siento honrada, bendecida, literalmente agradecida por haber encontrado este libro que tiene tanto conocimiento", dijo emocionada.
Madre de dos estudiantes universitarios, aprovechó la liquidación para llevarse también libros de medicina, anatomía y biología. "Los libros nunca se van... muchas veces hacemos uso de la imaginación. Son reliquias, pero en realidad es sabiduría".
El sueño que no se cierra
Jacobo tiene un proyecto entre ceja y ceja: una nueva Montaña de los Libros, más grande, libre y viva. "Mi idea consiste en que haya una montaña de libros... darles a los lectores un lugar adecuado y un espacio para leer", comenta con determinación.
Visualiza un sitio en silencio, con hamacas, naturaleza y hasta un millón de ejemplares disponibles para quienes deseen descubrir mundos nuevos. Esa montaña física ya tiene lugar: está en su natal Olocuilta, donde planea levantar su refugio de libros, lejos del ruido y más cerca del conocimiento. "Si existe, allá voy a hacer mi proyecto antes de morir", añade.
Mientras tanto, sigue recibiendo llamadas desde Santa Ana, La Paz y otras partes del país. La gente sigue interesada, sigue leyendo, sigue creyendo. Y aunque el local se despida, la misión no ha cambiado: llevar cultura, emoción y conocimiento a cada rincón posible, sin importar las paredes.