Diez segundos de movimiento de tierra bastaron para causar dolor en más de 1,500 familias que perdieron a un ser querido el fatídico 10 de octubre de 1986 en San Salvador, luego del terremoto registrado a las 11:49 de la mañana.

Aquel sismo tuvo una magnitud de 5.7 en la escala de Richter, pero la fatalidad vino de los apenas ocho kilómetros de profundidad.

Además, causó más de 200,000 damnificados, 10,000 heridos y dejó a su paso innumerables infraestructuras destruidas en el Centro Histórico de San Salvador, siendo el edificio Rubén Darío el más dañado. Hoy se cumplen 38 años desde esa tragedia.

Después de la tragedia, muchos rescatistas se movilizaron para ofrecer su apoyo a las personas atrapadas y heridas, quienes trabajaron incansablemente, para brindar asistencia médica a los afectados y en la búsqueda de víctimas.

José Alejandro López Bonilla fue uno de los fundadores de la Cruz Verde del barrio Santa Anita, establecida en 1979. Además, fue rescatista en el terremoto de 1986.
José Alejandro López Bonilla participó en los rescates del terremoto de 1986 en el edificio Rubén Darío. / Cortesía.
José Alejandro López Bonilla participó en los rescates del terremoto de 1986 en el edificio Rubén Darío. / Cortesía.

“Cuando empezó a temblar venía del Hospital Rosales. Venía caminando y empecé a ver toda la gente que gritaba, otra recogiendo sus cosas, otros desangrados. Y entonces no hallaba qué hacer en esos momentos, nada, nada. Si me venía para la Cruz Verde o me quedaba allí. Pero lo que hice fue venirme para la Cruz Verde, cargamos ambulancia, empezamos a meter herramientas para empezar a trabajar”, relató Bonilla al recordar el momento justo en que ocurrió el terremoto.

“En el edificio Darío sólo sacamos como 10 personas. Estuvimos trabajando en el Hotel San Salvador, porque sacamos al dueño del edificio, ahí solo Cruz Verde estuvo y sacamos a toda la gente de la Westinghouse, pero cuando había más gente ya no nos dejaban entrar. Por ello, nos tiramos a huelga y nos metimos en la noche a escondidas. Y ahí se le demostró al gobierno que sí había gente porque sacamos como a 15 personas”, agregó.

El instructor de capacitación externa en la Cruz Roja Salvadoreña, José Rolando Martínez, también fue testigo de los hechos al ser rescatista en ese momento.

“Estaba en un grupo de rescate y me presenté a la base, me llevé una señora fracturada. En ese momento la Cruz Roja estaba llena de gente golpeada y fracturada, los médicos hacían lo que podían”.
José Rolando Martínez,
Rescatista de Cruz Roja.

Así quedó el edificio Rubén Darío, el fatídico 10 de octubre de 1986, tras un terremoto de 7.5 grados. / Cortesía Comandos
Así quedó el edificio Rubén Darío, el fatídico 10 de octubre de 1986, tras un terremoto de 7.5 grados. / Cortesía Comandos

Martínez relató que una de las experiencias más impactantes que vivió fue el intento de rescatar a una mujer embarazada que estaba en trabajo de parto y se encontraba atrapada de sus tobillos. Sin embargo, la respuesta de los cirujanos no fue lo suficientemente rápida para realizar la amputación necesaria que le habría permitido dar a luz. Tanto la madre como el bebé perdieron la vida. “Ella confío mucho en que yo la iba a sacar, y lamentablemente, le fallé”, manifestó.

“Puedo asegurar de que, si respondemos con la misma eficacia en un futuro terremoto como lo hicimos en 1986, utilizando el equipo que tenemos a nuestra disposición, podremos salvar muchas más vidas”, concluyó Martínez, refiriéndose a la evolución en cuanto a preparación, recursos y equipos de rescate.

Luis Edgardo Laínez, presidente de Cruz Verde Salvadoreña, sostuvo que como institución tienen una serie de capacitaciones en el fortalecimiento de capacidades a los diferentes socorristas voluntarios que trabajan en el área de rescate.

“Los terremotos o los sismos son movimientos telúricos definitivamente que se producen en nuestro territorio y se van a producir siempre. Es por eso que tenemos que estar preparados, y la preparación no solamente radica en que estemos los socorristas preparados, sino que también la población salvadoreña debe de estar preparada y saber mantener la calma, la serenidad, que son dos situaciones muy importantes”, concluyó.