Nadie, absolutamente nadie, es ilegal por existir o estar en cualquier país con problemas migratorios o sin documentos en regla. Un salvadoreño, mexicano, hondureño, nicaragüense, guatemalteco o de cualquier nacionalidad que viva en cualquier ciudad o condado de los Estados Unidos, es tan legal como cualquier estadounidense.
Las palabras correctas pueden ser indocumentado o ciudadano con problemas de regularidad migratoria, pero nunca ilegal, porque migrar no es delito alguno. Buscan migrar los seres humanos que tienen anhelos y sueños de mejores condiciones de vida en un territorio que no pertenece a su país. Se migra por temor a la inseguridad, los conflictos armados, la pobreza, la búsqueda de mejores oportunidades laborales, la persecución de un sueño, la búsqueda de mejores condiciones de vida y de la superación personal y de los suyos. Son pocos, poquísimos, los que migran huyendo (por la comisión de un delito o por la persecución política) o por placer.
Por lo anterior a ningún extranjero que resida en cualquier nación se le debe llamar o considerar ilegal, haber nacido en un país pobre, inseguro y sin oportunidades no puede considerarse nunca como una acción delictiva. La mayoría de gente que migra procede de países tercermundistas, donde se carece de condiciones necesarias para generar desarrollo para todos.
Se migra hacia naciones en desarrollo en mejores condiciones. Los centroamericanos, principalmente los salvadoreños, hondureños, nicaragüenses y guatemaltecos, al igual que los haitianos y mexicanos, históricamente siempre han tenido el “sueño americano” como ilusión o alternativa para mejorar sus vidas. Estados Unidos siempre ha sido el destino de los migrantes, muchos de los cuales han logrado mejorar las condiciones de vida de los suyos y han aportado al desarrollo de esa gran nación de Norte América.
Las estadísticas señalan que en Estados Unidos, el 19 por ciento de los habitantes son latinos, es decir unos 65 millones. La mayoría son mexicanos y centroamericanos que han aportado grandemente al crecimiento de ese país. El aporte de los latinos va en todo sentido, en las áreas de economía, cultura, ciencias, agricultura, política, deportes y otros rubros.
Se calcula que más de 10 millones de ciudadanos latinos viven en Estados Unidos de manera irregular al carecer de documentos que normalicen su permanencia en esa nación. Precisamente es esta cantidad de gente la que corre el riesgo de ser deportados, por la administración del presidente Donald Trump. A esos millones de ciudadanos el presidente Trump los llama ilegales y ordena redadas para capturarlos e iniciar sus procesos de deportación, sin importa su aporte al desarrollo estadounidense, mucho menos factores humanos como la segregación familiar o las condiciones de vida.
Por supuesto que Estados Unidos como nación soberana puede deportar a cualquier ciudadano que haya cometido una acción delictiva, pero los que están siendo deportados en su mayoría no son delincuentes, sino ciudadanos que hasta antes de esa política nefasta eran trabajadores que desde aquella nación aportan a la economía de sus respectivas familias a través de las remesas.
A los latinos y ciudadanos de cualquier parte del mundo que cometan delitos en Estados Unidos que los persigan, los encarcelen y una vez cumplida sus sentencias que los deporten a sus países de origen. Igual que deporten a aquellos que llegaron a esa nación huyendo por los ilícitos que cometieron en sus respectivos países. La gran nación estadounidense no puede ser escondite de delincuentes consumados y si en ese territorio no han cometido delito, pues con toda autoridad moral, ética, legal y soberana, que deporten. Sin embargo, no pueden ni deben deportar personas que se fajan trabajando y aportando en un país que no es el suyo.
Recordemos que el crecimiento exponencial de Estados Unidos, en todos los ámbitos, ha sido determinado por migrantes que llegaron y aislaron a las tribus originarias, incluso haciendo uso de la violencia. Estados Unidos es una nación de arraigos migratorios que vio su vida y y fortaleza como nación a partir del aporte, la pujanza y la entereza de un conglomerado de diferentes razas, entre ellas la latina.
Muchos hombre y mujeres abandonaron su país, se separaron de su familia, se expusieron al peligro y la incertidumbre para llegar a territorio estadounidense, donde se dedicaron a las peores labores o a las faenas que los ciudadanos de ese país despreciaban por riesgosas o inhumanas. Quienes recogen la nieve, las cosechas y se dedican a la construcción y a los trabajos más peligrosos son los migrantes, la mayoría latinos, entre ellos cientos de miles de salvadoreños que hoy viven atemorizados porque en cualquier momento y lugar del territorio estadounidense pueden ser capturados y deportados sin haber cometido delito alguno.
No hay ciudadanos ilegales. Hay personas que sin documentos regulares hacen su mejor esfuerzo. Los aproximadamente más de 750 mil salvadoreños que no tienen sus documentos en regla no son delincuentes y no hay razón legal ni humanitaria para perseguirlos. Ojalá y Trump recapacite. Que deporte a los delincuentes, pero que trate con dignidad y respeto a quienes con su trabajo aportan a esa nación, a sus países de origen y a sus familias. Todos los ciudadanos somos legales.
• Jaime Ulises Marinero es periodista