El prefijo re, según la Real Academia de la Lengua Española, significa  repetición, volver a construir, denota intensificación e indica resistencia. Y la palabra resignificar nos propone replantear la manera de cómo se ha concebido una idea, un evento o un hecho; nos reta a  entender en su esencia lo que puede tener sus variantes a través de los cambios, pero que no desaparece en la realidad palpable.

El concepto anterior de resignificar, es lo  que  el artista salvadoreño Oscar Pérez, plasmó  en su obra “Estructura Ritual XVIII”, resultando ganadora, obteniendo el premio único en Escultura, hace unos días en la XX Bienal de Escultura y Cerámica, certamen realizado en el vecino país de Honduras. Una obra que nos lleva a repensar y observar dentro de nuestras periferias, a notar la fusión cultural y ver esta tierra como un crisol donde se han fundido muchos materiales llegando a edificar la estructura de las ciudades, de nuestras ciudades. 

Y es que como una interrogante de conciencia histórica, queda en repensar sin ningún sesgo de subalterno, de qué manera la colonización en nuestros pueblos encarriló o desvió sus destinos. Seguramente, el concepto de modernidad no llegaría a ser lineal en esos tiempos, dando paso a centrar el desarrollo y formulación de pensamiento desde la  Europa misma; posiblemente eso nos dejó en la banca primitiva desde donde la riqueza  espiritual de una cosmovisión fue interpretada como una característica de nativos que no conocían más allá del horizonte y que debían sumarse al empuje y descubrimiento de reinos lejanos. 

Pero era un proceso tan propio como el destino de cada individuo, que es necesario poder transitarlo y vivirlo a cada paso, sin interferencias, sino a consecuencia natural y para el caso de una civilización que a través de una racionalización natural, posiblemente, quedó un enorme trecho histórico extraviado. Con certeza pienso que en esta civilización ya conocían de experiencias  espirituales y sensoriales, antes de estar frente a simbolismos que de repente los tuvieron al frente. Muy probablemente, ya conocían el agradecimiento hacia el Universo al sentir el sol alumbrar sus caminos, calentar sus cuerpos y hacer producir y florecer la tierra.



Pero esta reflexión es reconsiderando un acontecimiento que inevitablemente sucedió. Opiniones varias de todas fuentes en torno a este evento colonizador, sin embargo siempre está la posibilidad de replantear, reformular y revisar que se ganó, que se perdió.

Al contemplar esta obra, también imagino que la identidad de un pueblo, de este pueblo aún permanece híbrida, buscando encontrar en espejos todo lo que se alinee con lo que suene a progreso, a modernidad, pero de vez en cuando los espejos reflejan algo que aún persiste, es el eco del crisol.