Desde la óptica de la economía deportiva, el deporte no es solo un espectáculo sino una actividad económica con un impacto sociocultural que puede analizarse desde la perspectiva de la oferta y la demanda, considerando la producción, distribución y consumo de bienes y servicios deportivos, así como sus interacciones con el resto de la economía. Desde este enfoque, es posible explicar por qué el negocio del fútbol profesional ha generado equipos con presupuestos desorbitantes, por qué a pesar de ello el fútbol sigue siendo un deporte emocionante donde es difícil predecir un ganador, y por qué esto es una oportunidad para los sistemas educativos nacionales.
El fútbol profesional opera en un mercado monopolístico u oligopolístico por varias razones. Primero, ligas como la Premier League, LaLiga y la Serie A actúan de facto como carteles al negociar de forma colectiva derechos televisivos y patrocinios, fijando tarifas elevadas y erigiendo barreras para que entren nuevos competidores. Segundo, organismos supranacionales como FIFA y UEFA controlan la organización de torneos internacionales y regulan uniformemente las transferencias y registros de jugadores, lo que les confiere un poder de mercado casi absoluto. Estas estructuras lideradas por ejecutivos con sueldos desconocidos, han permitido que clubes con gestiones eficientes o respaldados por capital foráneo acumulen presupuestos multimillonarios que superan con creces los de sus competidores.
No obstante, pese a esta marcada disparidad económica, el propio funcionamiento del juego y las innovaciones tácticas equilibran la balanza. Esto se debe a que el talento y la táctica no solo conforman el espectáculo que vemos en el terreno de juego, sino que son insumos con distintos niveles de rendimiento de inversión que se cotizan en el mercado deportivo mediante los salarios y costos de transferencias de los grandes jugadores y cuerpos técnicos, así como en los costos de las tecnologías y herramientas orientadas a optimizar el rendimiento colectivo.
Al analizar el rendimiento de estas inversiones en talento o táctica, estudios académicos para las grandes ligas europeas han demostrado que el talento muestra rendimientos decrecientes a escala; mientras que los recursos destinados al análisis táctico y a sistemas de juego cooperativo arrojan rendimientos crecientes en victorias, creación de ocasiones de gol y reducción de faltas. Fuera de la literatura académica, análisis de entrenadores de élite como los que componen el “Grupo de Estudio Técnico de la FIFA”, concluyeron a lo largo del Mundial de Clubes 2025 que las tácticas y las buenas tomas de decisión de los cuerpos técnicos de los equipos sudamericanos fueron clave para que estos se impusieran ante oponentes europeos con mayor solvencia financiera. Esto implica que la productividad del talento y la táctica exhiben tendencias que nivelan el terreno de juego para equipos con menos recursos, pues el costo de la inversión en talento suele ser mayor que el de la táctica. Así, los clubes de mayor presupuesto no tienen asegurado un dominio absoluto si sus rivales más pequeños alcanzan una base mínima de futbolistas de calidad y una buena preparación táctica. Esto es una buena noticia para las selecciones nacionales, especialmente las de países pequeños que trabajan con una cantidad casi fija de talento, pues una mayor inversión en aspectos tácticos puede volverlas más competitivas contra naciones con más población y futbolistas profesionales.
Este “auge de la táctica” no es solo el resultado de la naturaleza del fútbol, sino de la incorporación de la tecnología y el análisis científico de datos. Los principales clubes del mundo emplean técnicas econométricas —modelos de regresión, análisis de datos de panel y algoritmos predictivos— no solo para definir esquemas de juego, sino también para orientar fichajes, contratos y el desarrollo de cantera. Asimismo, se ha documentado cómo equipos modestos, como el Leicester City campeón de la Premier League 2015–16, vencieron a plantillas más caras gracias a sistemas de seguimiento y monitoreo en tiempo real.
Este interés por el análisis de datos ha permeado también entre los aficionados, desplazando el contenido “periodístico” basado en promover la rivalidad tóxica y la violencia por una demanda creciente de análisis cuantitativos y rigurosos. Esta pasión por comprender el juego puede aprovecharse en el ámbito educativo. De hecho, FIFA ha desarrollado herramientas gratuitas de análisis de datos y entrenamiento táctico diseñadas para integrarse a las clases de Educación Física o al fútbol formativo, como ya sucede en Puerto Rico. Estas metodologías no solo mejorarían el rendimiento deportivo de la niñez para nutrir las selecciones nacionales, sino que también fomentarían su éxito académico y bienestar emocional, reduciendo el absentismo y elevando la motivación por asistir a la escuela.
En definitiva, desplazar el foco del talento individual hacia la táctica —apoyándose en herramientas de análisis de datos— no solo optimiza los resultados deportivos, sino que contribuye al desarrollo integral de la juventud. Federaciones, clubes y sistemas educativos tienen ante sí la oportunidad —y la responsabilidad— de incorporar este enfoque de manera sistemática y coordinada.
•Gabriel Pleités, Ph.D. en economía por la Universidad de Utah y exdocente asistente de Economía Deportiva en la misma universidad.