Recuerdo aquel día, me decía Julia, en que de repente aparecí en Multiplaza sin saber cómo había llegado. La confusión y el terror que sentí fue atroz. Fue el miedo a perder mi independencia, mi dignidad, mi humanidad.
Julia es una mujer de 74 años, viviendo sola desde hace más de 15 años. Mujer independiente durante todos estos años. Desde hace un año comenzó a notar que olvidaba dónde guardaba las cosas, y sus hijos empezaron a notar que repetía preguntas varias veces al día. Luego se le comenzó a dificultar el manejo de su dinero, y tareas como cocinar se volvieron un infierno. Algo estaba pasando dentro de su cerebro que no podía concebir.
Estos síntomas narrados por Julia reflejan los primeros signos del Alzheimer temprano: la pérdida de memoria que interfiere con la vida diaria; la confusión en lugares familiares; el olvido frecuente de objetos y la repetición de preguntas; dificultades para manejar finanzas y realizar tareas cotidianas; y el impacto emocional de la desorientación y el miedo a perder la propia autonomía. Es necesario que, ante estos cambios, se busque orientación médica cuanto antes, pues existen formas de diagnosticar y apoyar a las personas que inician este proceso.
Dos de cada tres pacientes con Alzheimer son mujeres en los Estados Unidos, donde aproximadamente el 11% de personas mayores de 65 años la padecen. En El Salvador, por supuesto que el MINSAL no tiene ni la más mínima idea de la magnitud del problema o no lo reportan, pero medios locales y asociaciones hablan de aproximadamente 69 mil personas con Alzheimer en El Salvador en 2024.
¿Qué es el Alzheimer?
El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa progresiva y la causa más común de demencia en adultos mayores. Se caracteriza por la destrucción gradual de las células cerebrales, lo que lleva a un deterioro de la memoria, el pensamiento, el lenguaje, el comportamiento y, finalmente, la capacidad para realizar actividades cotidianas. La enfermedad avanza lentamente, comenzando con olvidos leves y desorientación, hasta una pérdida severa de la memoria, la autonomía y la función física. El Alzheimer produce acumulación de placas amiloides y ovillos neurofibrilares en el cerebro, que dañan y matan las neuronas. No es una parte normal del envejecimiento, aunque la edad avanzada es el principal factor de riesgo. Es incurable y terminal, con una duración media de 8 a 10 años tras el diagnóstico, aunque puede variar según la persona. Además de la memoria, afecta funciones como la orientación, el juicio, la habilidad para planificar y ejecutar tareas, y finalmente la capacidad para valerse por sí mismo.
¿Cómo se diagnostica?
El diagnóstico comienza con la observación de síntomas tempranos. En el caso de Julia, fue ella misma quien comenzó a sospechar que algo anormal ocurría en su cerebro, por lo que acudió a una evaluación clínica.
Esta evaluación incluye una entrevista médica detallada con el paciente y una persona cercana para documentar el historial de síntomas, cambios en el comportamiento y dificultades en las actividades cotidianas. Se realizan pruebas neuropsicológicas que valoran la memoria, atención, lenguaje, razonamiento y habilidades espaciales.
Posteriormente, se llevan a cabo pruebas complementarias, que consisten en exámenes de sangre y orina para descartar otras causas de deterioro como deficiencias, infecciones o desbalances hormonales. También se realizan estudios de imágenes cerebrales, como resonancia magnética, tomografía computarizada o tomografía por emisión de positrones (PET), para observar cambios estructurales en el cerebro y descartar otras patologías.
Finalmente, cuando está disponible, se analizan biomarcadores en el líquido cefalorraquídeo o en sangre para detectar la presencia de proteínas asociadas al Alzheimer, como la beta amiloide y la proteína tau.
Este enfoque multidisciplinario permite un diagnóstico más certero y temprano de la enfermedad, facilitando la planificación y el inicio de tratamientos adecuados.
¿En qué consiste el tratamiento?
El tratamiento de la enfermedad de Alzheimer se enfoca en aliviar los síntomas, ralentizar su progresión y mejorar la calidad de vida de la persona afectada y sus cuidadores. Los principales medicamentos para aliviar los síntomas son los inhibidores de la colinesterasa (donepezilo, galantamina, rivastigmina); pero últimamente, se están utilizando otro tipo de medicamento para ralentizar el deterioro cognitivo y funcional. Lecanemab (Leqembi) y donanemab (Kisunla) son anticuerpos monoclonales aprobados recientemente para Alzheimer temprano. Actúan eliminando las placas beta-amiloides del cerebro. Además de medicamentos, el tratamiento incluye terapias no farmacológicas: ejercicios cognitivos, manejo conductual, apoyo psicológico y educación para cuidadores. No tiene cura, pero hay esperanzas en el retraso de su progreso y perdida de la independencia.
* El Dr. Alfonso Rosales es epidemiólogo y consultor internacional.