Gracias a la Organización Internacional del Café (OIC), cada 1 de octubre se celebra el Día internacional del café. En esta ocasión hago reflexión sobre la importancia del café en el territorio salvadoreño.

Es de reflexionar que los cafetales representan uno de los pocos bosques que nos quedan. Si fuimos uno de los exportadores pujantes de la región, sería recomendable que haya políticas públicas para empoderar más a la caficultura salvadoreña. El gobierno actual está haciendo su esfuerzo. Sin embargo, ¿qué se puede hacer si un finquero decide vender su finca o termina lotificándola?

La caficultura ha tenido discursos de odio y de bonanzas, exhorto de odio debido a que hubo un momento histórico en el que pocas familias, exactamente 14, tenían el control político y económico en todo el territorio nacional. Luego, con las reformas políticas, vino la reforma agraria y todo cambió. De una forma u otra, la caficultura significó y continúa, aunque en menor escala, siendo el bastión del desarrollo económico del país.

Gracias al café se construyó el emblemático Palacio Nacional, el Teatro de Santa Ana, el hospital Rosales, entre otros. La economía salvadoreña estaba bien, especialmente en los años en el que se bautizó al café como “Grano de oro”. Lástima que muchos cafetales estén desapareciendo.

Son seis cordilleras cafetaleras que serpentean con su magia el territorio salvadoreño. Cuando visitaba La Unión; ya que, mi esposa es de esa ciudad, pregunté si en las faldas del volcán de Conchagua cultivaban café, eso debido a la altura. Me comentaron los oriundos del lugar que existió una finca grande en ese lugar.

No soy ingeniero agrónomo; sin embargo, estudié un diplomado en Mayordomo de fincas cafetaleras en el extinto PROCAFÉ; además, realicé una investigación titulada: La caficultura de El Salvador y su resiliencia ante el cambio climático, precios internacionales y la falta de apoyo. Una crisis anunciada que se debe superar, la cual está en el repositorio del Instituto Salvadoreño del Café y en el repositorio de la Universidad de Sevilla (https://idus.us.es/items/f9a074f3-7e1d-45c2-9dec-b7d1b2f5b6ff).

Quizá en estos momentos los precios del café a nivel internacional dan un respiro para los que nos dedicamos a la caficultura; aunque, hay factores como: las plagas, el encarecimiento de los pesticidas y fertilizantes, y el cambio climático que dificultan tener una finca bien cuidada. Nos ha tocado ser resilientes.

Vuelvo a felicitar al Ministerio de Agricultura y Ganadería por el programa de Resiliencia Climática el cual beneficia a miles de pequeños agricultores, caficultores y hortícolas. Muchos cafetaleros con fincas pequeñas han revitalizado sus propiedades.

En otro contexto, es de preocuparse el impacto negativo que está haciendo el cambio climático, en LA PRENSA GRÁFICA (3/04/2025) publiqué lo siguiente: El cambio climático está avisando que, en el futuro, será difícil cultivar café en las zonas bajas del país. Según Coffee Under Pressure (CUP): “… para 2050 las áreas aptas para el cultivo se concentrarán entre los 1,200 y 1,700 metros sobre el nivel del mar.…”.

Cada año se va perdiendo el bosque cafetalero, somos menos de 19 mil caficultores según la Asociación Cafetalera de El Salvador. Lo importante es que contribuimos al medio ambiente, a la protección de la flora y fauna. En conclusión, ayudamos al ecosistema. Según datos, el café va perdiendo terreno, en el 2010, se cultivaban 217,000 manzanas. En el ciclo 2022-2023, el Instituto Salvadoreño del Café reportaba que el parque cafetalero era de 170,569 manzanas.

Es momento de creer en la caficultura, en darle la oportunidad para que vuelva a ser uno de los principales rubros de la economía del país. Hemos sido resilientes, y todos los que estamos en el rubro de la caficultura sabemos de la importancia que tiene (…); además, el Gobierno está colaborando y, sin ver colores políticos y los diferentes sectores de la caficultura, le está dando respiro a este sector.

Felicidades a todos los caficultores salvadoreños que hacen un gran esfuerzo para mantener uno de los pocos bosques que nos quedan.

*Fidel López Eguizábal es docente e investigador Universidad Nueva San Salvador

fidel.lopez@mail.unssa.edu.sv