En El Salvador, con las reformas educativas de los años 90, las escuelas normales desaparecieron. Las universidades se encargaron de impartir carreras en el ámbito pedagógico. En esta ocasión escribo es para homenajear al maestro Francisco Tomás Orellana.
Todo inició cuando alojé en Facebook una foto de la promoción 1955 de la Escuela Normal Alberto Masferrer, en donde está mi padre, Rafael Alfonso López Calderón, la idea era saber quiénes eran los que estaban en esa foto. Roxana Summers, hija de Francisco Tomás Orellana me contactó, fue así cómo me comentó que su padre se había graduado de esa institución y había sido amigo de mi padre. Yo le dije que deseaba conversar con don Tomás. Así fue que nos hicimos amigos. Don Tomás vivía en Barcelona, España.
El maestro Orellana estudió en la Escuela Normal Alberto Masferrer (ENAM) en el año 1951. Exhortó que la educación que recibió en la ENAM alteró positivamente el curso de su vida, así también quizás como la de la mayoría de quienes tuvieron el honor de ser allí formados. Al mismo tiempo, les permitió a través de la educación, mejorar las opciones de vida de muchos otros a quienes tuvieron a cargo como estudiantes.
¿Cómo debía ser un estudiante Normalista? Yo puedo afirmar sin temor a equivocarme que el posible candidato normalista se caracterizaba por ser de extracción humilde y por su sentido de vocación para la enseñanza. En mi caso particular, soy hijo de maestros, de origen campesino y tuve el privilegio de ser el único chalateco seleccionado como becario en mi año. No sé del proceso de selección, pero sí sé que era competitivo especialmente entre jóvenes capaces e inteligentes, de escasos recursos económicos, pero con mucha conciencia social.
¿Cuál es su percepción de los estudios en esa Escuela? Orgullo y sentido de pertenencia a la institución que empezaba fomentado por el hecho de que éramos internos y muy pronto nos consideramos como hermanos y miembros de una sola familia. Teníamos también un sentimiento de agradecimiento y lealtad a la institución que nos formaba, hospedaba, alimentaba, proveía de acceso a la salud y nos proporcionaba de opciones que muchos de nosotros de otro modo no hubiésemos jamás podido experimentar. Los normalistas contábamos con prestigio y excelentes relaciones sociales con estudiantes de diferentes instituciones nacionales e internacionales y nuestra conducta social era también ejemplar. Así contábamos con intercambios culturales, becas y excursiones a otros países de Centroamérica. Incluso hasta las ocasiones sociales como los bailes tenían buena reputación por ser realizados con buenos conjuntos y que eran acompañados del buen comportamiento de los asistentes. El aspecto deportivo nos identificaba y unía y había buenos deportistas en todas las disciplinas. Nuestro más importante rival era la Escuela Militar a la cual muchas veces le ganábamos en eventos deportivos. El rigor intelectual era muy exigente, pero pertenecer a la institución nos motivaba a estudiar. Teníamos tres meses de ajuste después de los cuales realizábamos exámenes. Fallando más de tres materias se perdía el derecho a ser normalista. A esa prueba le decíamos ‘el avión’ que pasaba y se llevaba a los que dejaran materias independientemente de que fueran materias aplicadas como caligrafía o dibujo o materias intelectuales. Académicamente competíamos con los estudiantes del Instituto Nacional y con las de la Normal España que era la normal de señoritas.
¿Cuáles eran las características de un estudiante Normalista? La solidaridad. Esto se demostraba en pequeñas acciones. Por ejemplo, un excelente nadador del equipo tenía dificultades para alcanzar el rango en salto que le pedía el profesor de educación física y los compañeros solidariamente le reclamaron al profesor que por qué le podía exigir tanto a un alumno que ponía tan en alto a la ENAM con la natación. Una prueba muy grande de solidaridad fue la huelga de normalistas en el año 1953 en protesta por un maltrato que había recibido un estudiante de quinto año. La huelga se llevó a cabo en difíciles condiciones difíciles en el marco de una situación política tensa, pero se logró resolver la situación favorablemente. La Escuela Normal nos ponía como ejemplo el ideario de Alberto Masferrer, éramos expuestos a sus obras y manteníamos el contacto con la familia de Masferrer como una muestra de respeto a la familia cuyo nombre honraba nuestra institución. Igualmente, se nos inculcaba respeto profundo a la conducta humilde y digna que debíamos tener los aspirantes a maestros y un desapruebo a la pedantería. Otra cosa importante era el cariño a la unión de Centroamérica y teníamos buenas relaciones con Escuelas Normales en Centroamérica, México y con instituciones de Estados Unidos e incluso había becarios de otros países en la ENAM.
¿Era difícil estudiar en esa casa de estudios? En cuanto al aspecto instructivo, este era rigoroso, lineal y no participativo. Lineal porque el maestro llegaba ya preparado y se suponía que el maestro ya lo sabía todo. La manera de medir lo que había aprendido el estudiante era el examen. El alumno recibía todo pasivamente. A pesar de esto, el currículo era muy amplio, variado y completo. La primera parte era el plan básico que era común a toda la educación secundaria, incluso, el bachillerato y después estudiábamos la parte pedagógica donde se nos daba: psicología, pedagogía, cosmografía, anatomía, historia, lógica, entre otras.
¿Cómo compara la educación de ese entonces con la educación actual? Considero que la educación que recibimos era eminentemente realista y que tenía en cuenta tanto los recursos humanos como el medio en que vivíamos y en el cual posiblemente trabajaríamos. Por ejemplo, se nos enseñaba a dibujar mapas con un sistema de cuadrículas para ir dibujando parte por parte, ya que en muchas escuelas no había mapas. En la parte pedagógica nos daban educación social en donde aprendíamos a usar utensilios de comida porque éramos todos humildes y había muchos que solo habían comido con la mano. Se nos enseñaba incluso y esto me causa risa, cómo invitar a una muchacha a bailar e incluso cómo saludar a una persona mayor. En la asignatura de medicina preventiva se nos hablaba del paludismo y de cómo debíamos estar preparados para reducir el riesgo de transmisión. Todo tenía que ver con las posibles situaciones que enfrentaríamos y como resolver situaciones con los recursos a nuestro alcance. Yo pienso que una de las diferencias que existe con la educación actual es que ahora se reconoce el valor de la participación del estudiante y las tendencias son de enseñarle al joven a analizar, discutir y cuestionar. Aunque estoy jubilado y no muy al día de la educación actual, si tengo ideas de cómo esta debería ser.
Tuvimos muchas conversaciones con el maestro Orellana, en una ocasión me dijo que tenía un libro con un nuevo método de aprendizaje para aprender a leer y escribir. Además, me comentó que había escrito un libro de cuentos. Ojalá que sus hijas los publiquen. Con 90 años tuvo el honor de publicar unos artículos de opinión en este excelente periódico. El 22 de junio falleció el distinguido maestro Tomás Orellana. Dejó un gran legado.
* Fidel López Eguizábal, Docente e investigador Universidad Nueva San Salvador
fidel.lopez@mail.unssa.edu.sv