El 11 de agosto se conmemora en El Salvador el Día del Economista, una fecha que invita a reflexionar sobre quienes, desde una perspectiva profesional, han contribuido más a hacer una mejor gestión de los recursos económicos del país. La pregunta sobre quién fue el primer economista salvadoreño resulta particularmente relevante, sobre todo porque la Facultad de Economía de la Universidad de El Salvador fue fundada apenas en 1946. La respuesta nos conduce a una figura notable y poco recordada: José Esperanza Suay (1874-1951), un migueleño que abrió camino en el estudio y la práctica de la economía mucho antes de que existieran estructuras académicas locales para su enseñanza.

Suay residió en Francia entre 1894 y 1897, y nuevamente entre 1900 y 1907. En ese período estudió en la Universidad de La Sorbona, donde se graduó en altas finanzas, convirtiéndose en el primer salvadoreño con formación universitaria en economía. Durante su estancia en París fue canciller del Consulado General de El Salvador, y más tarde, entre 1907 y 1909, ejerció como cónsul general en Liverpool, Inglaterra. Estos años en Europa le permitieron familiarizarse con sistemas financieros y administrativos avanzados, experiencia que posteriormente aplicaría en su larga carrera como servidor público.

A su regreso a El Salvador en 1909, inició una trayectoria casi ininterrumpida en la Hacienda pública. Fue tesorero general de la República en 1911, subsecretario de Hacienda en 1914 y secretario de Hacienda por primera vez en 1915. En 1916 y 1917 presidió el Tribunal Superior de Cuentas, antecedente de la actual Corte de Cuentas de la República, y volvió a ocupar la cartera de Hacienda y Crédito Público entre 1918 y 1921, así como entre 1927 y 1931. También tuvo un papel destacado en organismos internacionales, como presidente del Comité Financiero Permanente Panamericano en 1915 y de la Alta Comisión Financiera Interamericana en 1920. En el ámbito empresarial fue fundador de la Cámara de Comercio de El Salvador ygerente de la misma entre 1935 y 1944 y creador de la revista El Economista, pionera en la divulgación especializada en el país.

Su pensamiento y gestión estuvieron marcados por un firme compromiso con las finanzas públicas equilibradas, la transparencia y la probidad. Creía que la honestidad del personal administrativo era condición indispensable para sanear las finanzas públicas. Por ello, al asumir nuevamente el Ministerio de Hacienda en 1927, estableció tres principios rectores: la selección de un personal honesto y capacitado, el equilibrio del presupuesto y la reorganización del sistema tributario para que las cargas fiscales fueran distribuidas de manera más justa. Estas ideas se tradujeron en reformas concretas: abolió la exoneración de impuestos a comerciantes, impulsó la Ley de Matrículas de Comercio en 1928, reformó las aduanas con nuevas tarifas y estableció nuevos impuestos.

En 1929 promovió la creación de la Auditoría General de la República y de la Auditoría de Hacienda, instituciones que nacieron precisamente para vigilar la recaudación de impuestos y garantizar el uso correcto de los fondos públicos. Fue un paso decisivo para institucionalizar la transparencia en la gestión fiscal. En 1930 lideró la promulgación de la Ley Orgánica del Presupuesto, destinada a ordenar el gasto público y evitar erogaciones innecesarias. Ese mismo año impulsó la creación del Banco Hipotecario, con el propósito de fortalecer al sector cafetalero, base de la economía nacional en ese entonces.

Suay fue también un defensor de la justicia tributaria. Criticó duramente la dependencia casi absoluta de los impuestos indirectos, que representaban hasta el 95 por ciento de los ingresos estatales, por considerarlos injustos y antidemocráticos, ya que recaían con más fuerza sobre los sectores menos favorecidos. Insistió en que el país debía avanzar hacia impuestos directos más progresivos y equitativos, adelantándose a debates que aún hoy mantienen plena vigencia. En momentos de crisis, como en 1930, fue enfático al señalar la necesidad de diversificar la economía y apostar por la industrialización, con el fin de reducir la dependencia del café.

Su compromiso en favor del ordenamiento económico lo llevó a enfrentar poderosos intereses. Durante su segunda gestión en 1918, cuando, por iniciativa suya, se decretó que solo circulara moneda fraccionaria legal del país para poner orden al caos monetario que provocaba la libre circulación de otras monedas, desató la furia de quienes se beneficiaban del desorden. Su casa fue atacada y recibió amenazas, sin recibir la protección debida del gobierno. Ante esta situación presentó su renuncia y se trasladó a Guatemala con su familia. A pesar de las dificultades, nunca renunció a sus principios y años más tarde volvió a ejercer funciones en Hacienda, siempre fiel a la idea de que la disciplina fiscal y la honestidad eran pilares insustituibles de la gestión pública.

José Esperanza Suay no solo fue el primer economista salvadoreño por su formación académica en La Sorbona, sino también un pionero en la formulación de políticas fiscales modernas. Su insistencia en la transparencia, la disciplina financiera y la justicia tributaria lo convierten en una figura de referencia. Además, fue de los primeros en advertir que la economía nacional debía diversificarse y apostar por nuevas industrias, superando el monocultivo del café.

Recordar su legado en el Día del Economista es un acto de justicia histórica. Suay dedicó más de tres décadas al servicio público, dejando un ejemplo de integridad, visión de futuro y compromiso con la transparencia que sigue siendo una fuente de inspiración en un país que todavía enfrenta desafíos fiscales y económicos profundos. Honrar su memoria significa también reconocer que, sin probidad ni honestidad, ninguna política económica puede sostener en el tiempo el desarrollo de una nación.

*William Pleites es director de FLACSO El Salvador