En un acto de intolerancia fue asesinado a golpes, Juan Alberto Lara. Por su muerte fueron capturados y luego condenados sus “amigos” Moisés Mariano Benítez Maltez, Héctor Leonel Molina Díaz y Wilmer Alexander Flores Treminio. El crimen ocurrió el 27 de octubre de 2023 en la colonia Xanadú de San Miguel y la condena fue emitida en junio pasado. Según el proceso víctima y victimarios se encontraban consumiendo bebidas lo cual generó una discusión que terminó con la muerte de Lara que fue atacado a golpes con objetos contundentes y con armas blancas.

De acuerdo con los datos oficiales de la Mesa Técnica Interinstitucional para la Conciliación de Cifras de Víctimas de Homicidios y Feminicidios, desde enero de 2022 hasta mayo de 2025 en el país se registran 281 muertes (entre homicidios y feminicidios) motivados por la intolerancia social y familiar. Las cifras indican que de 281, un total de 145 son producto de la intolerancia social y 136 por intolerancia familiar (la mayoría feminicidios).

Solo en los primeros cinco meses del presente año se han dado 32 muertes por intolerancia; 21 por intolerancia social y 11 por intolerancia familiar. Las cifras son altas y preocupantes, si tomamos en cuenta que son hechos que pudieron evitarse a través de la denuncia oportuna y la sana convivencia social.

La tolerancia es un valor que debemos poner en práctica de manera permanente, con todos y con todo lo que acaece. Tolerar es respetar a los demás sin juzgarlos o discriminarlos por su condición de vida o por su forma de pensar ya que todos tenemos derecho a la existencia con nuestros errores y virtudes.  Tenemos que respetar la libertad de expresión aunque pensemos diferentes, al fin que la razón y la verdad son particularmente individuales de acuerdo a nuestro contexto. Nadie tiene la razón de manera exclusiva ni sus ideas son siempre razonables.



La tolerancia es, entonces, la capacidad de aceptar las diferencias y la diversidad de ideas, creencias y prácticas o comportamientos de los demás, incluso si son contrarios a los propios. Ser tolerante es una forma de ser digno y de hacer prevalecer la humildad al reconocer nuestras capacidades e incapacidades y las de los demás, aceptando esa forma de existencia. La humildad nos conduce a dejar a un lado la arrogancia y la soberbia y abrazar la modestia para reconocer nuestras limitaciones para aprender de los otros.

Una persona intolerante es soberbia, altanera y egocentrista al creer que siempre tiene la razón y que es un individuo de naturaleza intocable, capaz de resolver todo haciendo uso de la violencia o de la imposición de su “razón” o de sus condiciones, aunque carezca de fundamentos. Su axioma de probabilidad es la “ley del talión” y su argumento de vida es la “ley del más fuerte”, aunque la fortaleza solo esté en el grito y la acción cobarde defenderse atacando. La comprensión del accionar de sus semejantes no está su alcance en su tosco ser.

Ser intolerante es una desgracia de la existencia individual y social. Personas que no aceptan que los tiempos y movimientos ocurren por el devenir humano y divino y que como individuos con un rol dentro de la sociedad tenemos que aceptar la existencia de los demás, con sus personalidades y niveles culturales incluidos.

El tolerante huye del peligro si no lo puede enfrentar de manera razonable; el intolerante se acerca el peligro, aunque no tenga capacidad para enfrentarlo. El tolerante es valiente aunque pacífico; el intolerante es débil, aunque priorice el uso de la fuerza. El tolerante tiene la serenidad para diferenciar el bien del mal, mientras que el intolerante no tiene ni paciencia ni sapiencia para reconocer lo que es bueno o maloy actúa motivado por su incoherencia existencial.

La intolerancia no tiene marcha atrás. Motivado por una discusión o menos que eso, el intolerante ofende de palabra, golpea, lesiona o hasta arrebata las vidas de sus semejantes, en muchos casos sus seres queridos o parientes cercanos. Tras un crimen son capturados y luego deben pagar con años de cárcel su estupidez, sin que el arrepentimientos sea una moneda de cambio para subsanar el daño generado.

No es prudente pelear con nadie porque piense diferente en el plano ideológico, político, cultural, religioso o vivencial. Mucho menos prudentes es matar a alguien por una simple discusión, por la disputa de un parqueo, por fanatismos deportivos, porque piensa de manera distinta o porque es diferente a nosotros. Los sabios y buenos, son seres humanos tolerantes.

La tolerancia tanto como la humildad no están relacionados con la escala social ni la clase social a la que pertenecemos, son valores humanos que se cultivan. La intolerancia se incrementa y muchas veces se vuelve incontrolable cuando la persona se encuentra bajo los efectos de drogas o alcohol, por eso hay que evitar esos vicios que llevan al individuo a adquirir una enfermedad mental con secuelas somáticas. Factores como la presión del tiempo y el espacio, las crisis emocionales, las provocaciones coyunturales (la prisa, la pobreza, las condiciones deplorables, etc.) y otros, solo son vanas situaciones para justificar los comportamientos intolerables.

Los homicidios y feminicidios cometidos por actos de intolerancia social o familiar son evitables. A veces solo se trata de huir del peligro, de aceptar a las personas tal cual son y de respetar a los demás en su forma de ser. Todos tenemos derecho a la vida y a ser diferente a los otros. La tolerancia evita hechos lamentables y desgracias. Seamos tolerantes para ser tolerables y vivir en sana convivencia. En ocasiones la muerte se viste de intolerancia.

 

* Jaime Ulises Marinero es periodista