Aquella mañana, fresca y soleada, se sentó, con su café, frente a su ventana favorita. Desde aquella ventana, podía observar las crestas blancas de las olas y el azul infinito del océano. Qué maravilla de vida, pensó. El único ruido que lamentaba su silencio era el trino de los pájaros y el movimiento de las palmeras en su jardín. Esa paz y tranquilidad era lo que había buscado desde siempre. Aquel hombre maduro y envejeciendo, había llegado a su puerto final, después de muchos años de constante movimiento y de ser un eterno extranjero. Después de residir en 13 ciudades de 3 continentes y de visitar más de 60 países, a lo largo de su vida, ese espacio en la costa oriental de su país El Salvador, era su paraíso. Su tierra de Promisión.
¿Pero cómo llegaste aquí, papá? le pregunta una noche de tertulia su hijo mayor. Alfonso, un destacado productor de televisión, residente en Los Ángeles, California, que visita con frecuencia a su padre y amigo. Ambos comparten una profunda conexión con la magia y el encanto que la costa del país ejerce sobre ellos. Siguiendo mis locuras, hijo, le contestó. O como Joseph Campbell a lo mejor dijera, persiguiendo mi felicidad. Desde muy temprano en mi vida realice que los momentos más felices de mi existencia ocurrían de cara al océano. Internalice lo que mi padre cantaba cuando visitaba Playas Negras en el oriente del país: "En el mar la vida es más sabrosa". Se convirtió en mi lema y objetivo, vivir frente al mar.
¿Pero tú estás loco? Aún recuerdo la expresión en el rostro de mi padre cuando anuncié que dejaba mi residencia de Ginecología y Obstetricia para irme a Canadá. Solo puedo imaginar su reacción si hubiera vivido para ver cómo abandonaba todo por África. Ese movimiento hacia África fue mi primer acto de desafío contra una vida convencional. Me inundaron las dudas, cargadas por las responsabilidades hacia mi familia y mis hijos. ¿Estaba siendo egoísta? Mirando hacia atrás, veo que estaba arriesgándolo todo, intercambiando un futuro seguro por lo desconocido, una elección que afectó no solo a mí, sino una familia entera. ¿Irresponsable? Quizás. Pero en ese momento, sentí que era una apuesta necesaria, sin la cual me quedaría estancado en mi crecimiento personal y profesional. Siempre he creído que el riesgo es el precio de la oportunidad, un sentimiento que compartí con mi hijo. Mi prioridad era el crecimiento profesional, pero solo si las posibles ganancias superaban los riesgos inherentes. Sin riesgo el final será el estancamiento, nos dice Peter Thiel. Multimillonario en varias ocasiones, Thiel fue cofundador de PayPal y el primer inversor externo en Facebook. Por esa falta en la toma de riesgos es que nuestra sociedad actual a cambio de "carros voladores" tiene una plataforma de redes sociales de hasta 140 caracteres y el TikTok. A cambio de una independencia energética, tenemos una energía demasiado cara para costearla. Si bien la innovación en medicina y biotecnología no se ha estancado por completo, estamos aún muy lejos de lograr la ansiada victoria contra el Cáncer, estamos apenas comenzando a lograr algunos avances tímidos en la lucha contra el Alzheimer, y la esperanza de vida en la mayoría de las poblaciones ha llegado a su clímax, estancándose por completo. Nuestra sociedad del siglo XXI está estancada, en parte por los movimientos socialistas y sus regulaciones limitantes al progreso, en parte por la timidez de la comunidad científica que rehúye al riesgo y se siente estrangulada por organizaciones como la FDA y otras similares.
Nuestro país, también está estancado, y algunos sectores fundamentales para el desarrollo como lo son salud y educación, en estrepitoso retroceso. En el área de salud, mucho se está hablando, en sentido "critico", sobre la fusión del Minsal con el ISSS. Si eso fuese cierto, muy probablemente seria lo mejor que le pudiese ocurrir a este país. Nuestro sistema de salud esta fragmentado. Esa es una de las razones críticas del porque no puede existir la cobertura universal en salud. Y no con servicios mediocres e incompetentes, sino servicios con calidad y humanidad.
Hace dos días murió mi mejor amigo. Médico, como yo. Cáncer de pulmón. Dos meses pasaron desde su diagnóstico hasta su muerte. Su vida profesional se la entregó al ISSS y a la universidad nacional, con total compromiso y honestidad. El día de su muerte fui a despedirme. Ingresado en el hospital de oncología del seguro, y cobijado por amigos y familiares, pero sufriendo con esa terrible enfermedad.
Este tipo de cáncer es una enfermedad agresiva. Sin tratamiento la expectativa de vida suele ser muy corta. Cuando localizada en el tórax, como era el caso de mi amigo, la mediana de supervivencia es de aproximadamente 2 a 4 meses. Pero mi amigo, recibió tratamiento (quimioterapia). La expectación era que viviese unos meses más. ¿Entonces que paso? Su oncólogo original, quien había sido su alumno y en el cual mi amigo confiaba, lo abandono a medio camino. Tres meses de permiso para iniciar un "negocio" de medicina en la floreciente y remesa-dependiente zona oriental de nuestro país.
Mi amigo después de la primera sesión de quimioterapia se deterioró profundamente, después de la tercera, no podía respirar ni caminar. ¿Qué paso? Sin auditoria médica, lo usual en este país, nunca lo sabremos. Mi amigo no solo fue abandonado por su oncólogo, sino por el sistema, al que literalmente le ofreció su vida. Descansa en paz querido Quiño, desde tu lugar favorito, y admirando nuestro océano, rindo homenaje a tu vida y entrega.