Desde este espacio en donde la criminología y la prevención de la violencia se desarrollan, la reciente noticia del gobierno por medio del presidente Nayib Bukele, anunciando la construcción de dos escuelas por día como parte del proyecto "Mi Nueva Escuela" es un refuerzo a todas las nuevas instalaciones ya inauguradas y en proceso, se fortalece y acelera lo expuesto posterior a la pandemia por el Covid-19 desde este misma columna semanal, resuena no solo como una promesa de infraestructura, sino como una estrategia silenciosa, pero poderosa, en la lucha contra la criminalidad. Es una apuesta de largo aliento, una inversión que va más allá del cemento y el ladrillo; es una inversión en la desconstrucción de la violencia desde sus cimientos más tempranos.



Demasiado a menudo, la seguridad se discute únicamente en términos de mano dura, de fuerza policial, de cárceles, de armas poderosas, de sistemas de comunicación y más. Y si bien la reacción ante el delito es vital, la verdadera batalla se gana en la prevención y en resolver las causas estructurales de la delincuencia, en la construcción de oportunidades que desincentiven a nuestros jóvenes de elegir el camino de la delincuencia. Aquí es donde la escuela, especialmente la escuela pública, se convierte en un arma fundamental.

La Teoría de la Anomia, que tanto hemos estudiado y explicado por años en diferentes espacios de opinión y congresos mundiales de criminología, nos enseña que la criminalidad florece en aquellos espacios donde existe una profunda brecha entre las aspiraciones legítimas de los individuos y los medios reales para alcanzarlas.



Describe un estado social en el que las normas y valores sociales son débiles o ausentes, lo que lleva a un sentimiento de desconexión entre los individuos y la sociedad Cuando un joven en El Salvador tenía en su pensamiento que su único camino hacia el "éxito" pasaba por la pandilla, la delincuencia o el crimen organizado, estábamos ante un fracaso sistémico. Una escuela digna, equipada, con docentes motivados y un currículo pertinente, ofrece precisamente esos medios legítimos y esas oportunidades que combaten la anomia.

Cada nueva aula, cada equipamiento, accesorios, equipos, cada laboratorio y cada biblioteca que se construye, no es solo un espacio físico. Es un centro de control social informal, de esos que la criminología nos ha demostrado que son esenciales. Un ambiente escolar ordenado, cuidado y activo envía un mensaje claro a la comunidad y a los potenciales delincuentes: "Aquí hay orden, aquí hay futuro, aquí se invierte en nuestras niñas, niños, adolescentes". Rompe con esa señal de deterioro y abandono que la violencia, en su manifestación más cruda, ha sembrado en tantos rincones.

Además, esta iniciativa tiene un impacto directo en la victimología preventiva. Al fortalecer la educación, estamos brindando a nuestros niños y adolescentes herramientas para desarrollar pensamiento crítico, para aprender a gestionar conflictos de manera pacífica, para construir resiliencia. Esto los hace menos vulnerables a ser captados por estructuras criminales y menos propensos a convertirse en víctimas o victimarios en el futuro. Es una protección activa a través del conocimiento y las habilidades para la vida.

Por supuesto, construir escuelas modernas y pertinentes en sus instalaciones no ha sido el primer paso, ni único paso. El Mineducyt ha trabajado incansablemente desde la misma pandemia por impulsar todo este sistema educativo innovador y modelo ya en Hispanoamérica. Las verdaderas transformaciones ocurren dentro de sus paredes: la calidad de la enseñanza, la seguridad del entorno, la pertinencia de los programas educativos (como la integración de IA y robótica con ARK Educate, que prepara para un futuro tecnológico). Es una oportunidad para formar ciudadanos críticos, éticos y productivos que puedan construir un El Salvador diferente.

El presidente Bukele ha demostrado y confirmado su firme voluntad política con la educación desde la primera infancia, el gobierno ha puesto la piedra fundamental, el Mineducyt ejecuta magistralmente y con pasión de servicio, los docentes han hecho y continúan haciendo un gran esfuerzo y apoyo, los padres de familia apoyando y validando. Y las estrellas, las y los estudiantes poniendo en práctica el conocimiento y la tecnología que han aprendido.

Ahora, la sociedad, las comunidades, los padres y los propios educadores debemos asegurar que estas nuevas "fortalezas del saber" cumplan su promesa. Porque al final, la verdadera lucha contra el crimen no se gana solo con fuerza, sino con la inteligencia, la esperanza y las oportunidades que germinan en cada Nueva Escuela. Una inversión en educación es, sin duda, la mejor estrategia de seguridad pública a largo plazo.

*Por Ricardo Sosa

Doctor y máster en Criminología

Docente certificado en Educación Superior