“¿Y con qué fin toda esta dialéctica en historia? ¿Para qué ir al paraíso estando muerto? ¿Para qué alcanzar la gloria estando vivo, si la gloria está muy lejos de este huerto?” Así cantó Roberto González, mexicano ya fallecido, haciéndole segunda su compatriota EmiliaAlmazán. Este par y el irreverente Jaime López ‒autor de “Chilanga banda”, versionada por Café Tacuba‒ nos regalaron un disco de antología: “Roberto y Jaime. Sesiones con Emilia”, grabado en 1980. Se los recomiendo. Junto a José Manuel Aguilera, en el 2006 López lanzó al mercado otra producción discográfica titulada “No más héroes por favor”. A continuación, transcribo pedazos de una de sus rolas, también llamada así.



“Haga lo que haga, a quien le importa; no tengo historia, no tengo sombra, no tengo porra, no tengo gloria. Pase lo que pase ya es muy tarde; no tengo tiempo, no tengo templo, no tengo incienso, no tengo credo. No soy ningún devoto de que un día me abrace el corazón un ‘hombre bomba’, pa'ver si estoy con Dios o con el diablo. Mira que es el último deseo de los mártires la marquesina. No más héroes por favor, el panteón ya se llenó”.

La primera de ambas canciones me seduce para dedicársela a la preguerra, la guerra y la posguerra hasta el 2019 en este país: el más chiquito de la América continental y uno de los más impregnados con la sangre y el dolor de sus mayorías populares. Pero ahora deberíamos estar entonando la segunda pues, aunque desearía equivocarme, ya entramos en una fase que parece anteceder al arribo de otro escenario similar al que se vivió y sufrió durante las dictaduras de antes: la personalista de Maximiliano Hernández Martínez y la sistémica encabezada por los chafarotes que lo sucedieron hasta el final del conflicto bélico, escenificado fundamentalmente durante la década de 1980.



Precisamente iniciando tal enfrentamiento, fue impreso en México el siguiente libro: “El Salvador. La situación de los derechos humanos: octubre 1979 - julio 1981”. Su impulsor: el Socorro Jurídico Cristiano del Arzobispado de San Salvador presentó, así, ante “los altos organismos internacionales” dicho informe con el análisis preciso y objetivo de “la gravísima situación” que imperaba en nuestro terruño.

Luego de la presentación incluida antes que nada, este ente humanitario agradeció “a las instituciones que generosamente” habían “hecho posible” mantener su labor; el “aporte moral y económico” de estas ‒¡ojo!, así se lee‒ había contribuido a continuar “la difícil tarea de defender los derechos humanos del pueblo pobre”, siguiendo el ejemplo del cuarto pastor de la arquidiócesis metropolitana que recién asesinado: monseñor Óscar Arnulfo Romero.

El contenido de tan importante e histórico documento se encuentra dividido en nueve capítulos. En el primero se examina el sistema político salvadoreño ysu tercer apartado tiene que ver con las restricciones o limitaciones de derechos individuales aplicadas por el régimen jurídico vigente entonces, abordándose lo que ha tensionado y conflictuado permanentemente a esta sociedad: el menoscabo de los derechos sociales, económicos e individuales sobre todo de nuestra población marginada. Entre otros asuntos también se analiza la corrupción en la administración de justicia, el estado de sitio y la ley marcial, el toque de queda, la “regularización” de servicios de los empleados y funcionarios estatales, el estado de emergencia nacional, los ataques a la organización sindical y la normativa “aplicable a los delitos de traición, rebelión, sedición y otros”.

Las secciones siguientes comprenden el examen pormenorizado de estos derechos: a la vida, a la libertad física, a la seguridad e integridad física, a la justicia y al proceso regular, a la educación, y a la libertad de conciencia y cultos. Asimismo, se incluyen otros dos capítulos en los que se abordan los problemas graves de la población refugiada y desplazada internamente más una descripción de las condiciones difíciles en las cuales trabajaban los organismos defensores de derechos humanos, particularmente con el ejemplo de la Comisión de Derechos Humanos de El Salvador y el mismo Socorro Jurídico del Arzobispado.

Como se observa, poco a poco el entorno actual parece ser una vuelta de rueda en el mismo lugar. Solo que el segundo de estos organismos citados, hoy tendría que registrarse para ser declarado “agente extranjero” confeso y estaría obligado a pagar el 30 % de las donaciones solidarias provenientes de ‒por ejemplo‒ instituciones como el Consejo Mundial de Iglesias, de Suiza, y la alemana Pan para el Mundo.

Mientras tanto, a la espera de lo que pueda ocurrir, como se escucha en la primer canción recordada yo “seguiré siempre cantando a lo prohibido y gozando de los frutos de este huerto”. Eso sí, no más héroes por favor.