En el desarrollo infantil, específicamente en el emocional y psicológico, existen tantos aspectos ambientales como particulares de cada niño, los cuales van definiendo la manera de reaccionar o de ver la realidad. En esta etapa se cimientan los patrones conductuales que nos acompañaran por toda la vida; ciertamente, con el devenir de los años y experiencia podemos y debemos revisarlos con el fin de corregir y mejorar.
La escritora de ciencia ficción Úrsula K. Le Guin, decíaque un adulto creativo era un niño que había sobrevivido. Pienso que tenía mucha razón.
En esa etapa de la vida, la niñez, descubrimos sin juzgar, observamos y cuando la imaginación circundaba nuestra cabeza, creábamos y magnificábamos esos lugares que ni el paso del tiempo logra borrar. Unos grabamos mentalmente personas, escenas, olores y colores para instituir un universo personal, que siempre está allí cuando lo evocamos y al hacerlo, nos hace sentir mejor, como un refugio ante lo adverso.
Y es que al definir un concepto de felicidad siempre se relaciona con el de bienestar; no constituyendo un estado como tal, sino, como extractos de momentos que reconocemos y sentimos verdaderos, por lo menos así lo he llegado a comprender y aún más, los he atesorado como prueba que si bien la vida puede ser difícil, también es menester apreciar y agradecer lo que se ha tenido.
Cuántas veces he vuelto a la calma al rememorar esas mañanas de sábado, mirando los posters de Menudo, Enrique y Ana y de los Parchís pegados en la pared del cuarto de la casa donde crecí junto a mis hermanos; eso me recuerda la ilusión de un día a comenzar, con la luz del sol entrando en la ventana, prometiendo que hay comienzos esperando y que se presentan ante nosotros así, a veces con música, con claridad. O, al escuchar a mama Locha silbandosentada en el patio, como perdonando el calorabrasador del mediodía que va mermando y que llega con brisa suave al final de la tarde; esa escena la interpreto en mi vida como todo aquello que sucede bueno y no tan bueno pero que al final, siempre vendrá un descanso, una pausa donde contemplamos lo que queda. Viene a mi mente la ternura con la que Claudita, mi primera amiga, decía en diminutivo también mi nombre. Con que inocencia creíamos que su cochera cerrada era un sótano tenebroso, que el aroma y sabor del arrayán todavía me provoca bienestar, tanto como cuando lo tomaba en casa de ella, del árbol en su casa. Ahora nada de lo anterior existe físicamente, los lugares desaparecieron, personas partieron de este plano y distancias dan virajes a las vidas que no podemos cambiar o forzar.
En el ayer, mis recuerdos se desarrollaron tal cuales, encima de inestabilidades de toda índole; pero no por eso dejarían de ser trocitos de felicidad que ahora voy y busco, los agito en ese envase que es mi universo personal y me rectifica que la vida pasa con nuestro asentimiento o no; que los tesoros no son físicos sino aquellos que llevamos dentro del corazón y que nadie puede arrebatárnoslos. Que no hay felicidad plena y absoluta, pero si valiosos retazos.
• Ivette María Fuentes es Lic. en Ciencias Jurídicas.