El hotel se encontraba situado a pocas cuadras de la Plaza de la Cultura de San José, me llevó allí Pablo López Ulacio, “te hacen un buen precio por mes y se encuentra cerca de las principales vías, allí llegué cuando me vine a Costa Rica, huyendo del gobierno” me dijo el Director de La Razón. No entendí, y le pregunté ¿pero Chávez no escribía en ese periódico, cuando nadie le paraba, cómo es eso que ahora te persiguen?. Fíjate que nos tocó reseñar el primer caso de corrupción que se dio a los pocos meses de su mandato, el de la Imprenta Micabú, propiedad de Luis Miquelena, donde se imprimieron más cinco millones de ejemplares de la Constitución aprobada, y de los Seguros Mundial, a quien le otorgaron el monopolio de los seguros de los ministerios.
Sacamos la noticia con datos, documentos, fechas, nombres y apellidos. Hasta al Grupo Gato, aquél de Molina Gasperi nos mandaron, juicios penales y allanamiento. Así que me fui.
Un par de meses después, leyendo un encartado del diario La Nación, me topé con un ensayo acerca de Primo Levi; un judío sefardita de origen italiano sobreviviente Auswitchz, capturado cuando iba a incorporarse a la resistencia, y entregado a los nazis. Luego de su liberación en 1945 escribió varios libros testimoniales (Si esto es un hombre, La tregua, Los Hundidos y Los Salvados).
En uno de ellos relata que lo que mas le impresionó, lo desmoronó de la humanidad, fue haber constatado que quienes torturaban, asesinaban o daban las ordenes eran personas con un grado de cultura adecuado, médicos, enfermeras, ingenieros, juristas, intelectuales. En otro paraje escribe “Debemos constatar una vez más, que el ultraje es incurable: se arrastra con el tiempo, y las Erinias, en las que es preciso creer, no acosan tan solo al torturador, perpetúan el ultraje cometido por él al negarle la paz al atormentado”.
Años después de haber sido liberado, ejercer su profesión de químico, escribir libros y dar conferencias, se suicidó (1987); no logró interiorizar, esa “banalización de mal”, como lo conceptualizó Annah Arendt.
Me niego a entender los motivos o causas psicosociales que conducen al hombre ejecutar hechos como el Holocausto judío, y tantos más en la desconcertante historia de la humanidad.
Hay otros, como el genocidio que ha venido perpetrando en Venezuela el chavismo/madurismo, junto a sus secuaces cubanos, oportunistas e indiferentes, donde la tortura se convirtió en política de estado. Las causas de su amoralidad o inmoralidad, de su enfermedad espiritual o psíquica se las dejo a los sacerdotes y a los sicólogos, y deseo fervientemente que muy pronto, a los jueces penales nacionales e internacionales, aunque a ellos les toca conocer los efectos y no las causas.
Hay igualmente otros genocidios perpetrados que los españoles de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y demás contertulios, como Petro, Lula y demás desubicados en la historia ignoran, dejan pasar por alto; me refiero a las Naciones Unidas, a la Unión Europea, como el genocidio armenio, no el turco de 1915, sino éste reciente, el ejecutado por Azerbaiyán contra la población de origen armenio. Donde la intermediación de la gestión del Presidente Trump, aparentemente, puso fin el pasado 8 de agosto a una guerra entre las dos naciones, que duraba ya más de 20 años.
Tampoco la ONU, convertida en una búnker del wokismo, ha condenado o intervenido en Africa. Concretamente en Nigeria, en la República Popular del Congo, Sudán, Etiopía y Somalia para detener el asesinato de cristianos que pasan de 3.100 mil en lo que va del año, solo en Nigeria; otros tantos secuestrados o encarcelados, y más de cuatro mil edificios destruidos entre escuelas, templos y hogares, todos perpetrados por islamistas fanáticos que no han logrado superar la Edad Media.
En Corea del Norte no hay libertad religiosa, pero se calcula que unas 400 mil personas practican la religión cristiana a escondidas, porque si el régimen de Kim Jong-un los descubre son enviados a prisiones con trabajo forzoso e incluso ejecutados.
Esta es la telaraña de la Naciones Unidas, donde un país agredido es señalado de agresor y el agresor de víctima. Como es el caso concreto y actual del Israel y la organización terrorista palestina Hamas. El desconcierto, ignorancia o fragilidad conceptual es de tal magnitud, que una competencia deportiva tradicional, tan española como puede ser el cantejondo o la bota Tres Z, la Vuelta Ciclista de España fue saboteada por Pedro Sánchez y sus socios deslucidos y peor vestidos de Podemos y Puigdemont.
No hubo podio de honor para los ciclistas, dado que en cada villa por la que atravesaban eran agredidos, interrumpidos por verdaderos zombis que ondeaban banderas palestinas, frente a ellos. (Recientemente leí una declaración del Ministro de Cultura donde proponía que, si Israel llegaba a clasificar para el mundial de fútbol, España debía abstenerse de participar…).
Fueron muchos los saboteadores de la Vuelta a España, por lo que es válido preguntarse, si de verdad están convencido de de quién es quien es esta guerra ¿por qué no se alistan y se van a combatir en Gaza?
El desconcierto es de tal magnitud que países como Reino Unido, Francia, Canadá, Bélgica, Mónaco entre otros europeos apoyan el reconocimiento del Estado Palestino. Demagogia, eso está previsto desde 1945, pero ahora se resalta como algo nuevo. Y uno se pregunta ¿Cuáles limites tiene ese Estado, existe una estructura de gobierno, una Carta constitutiva, o solo son las instrucciones del jefe de turno de Hamas, quienes marcan el paso?
¿Fue el gobierno de la Autoridad Nacional Palestina la que dio la orden o fue iniciativa no consultada de la organización terrorista Hamas, la de invadir y atacar a Israel el pasado siete de octubre de 2023?
Ese amanecer, actuando sobre seguros y nocturnidad, un comando de terroristas palestinos fuertemente armados asesinaron con saña a 1.200 ciudadanos judíos no combatientes de todas las edades y sexo, violaron muchachas jóvenes para exibirlas atadas al capó de sus siniestras camionetas, ensangrentadas y agonizantes, y secuestraron a 240 personas, igualmente de todas las edades y sexo, muchas de las cuales ya han fallecido.
Sí, algo está descontrolado en la comunidad internacional, y por supuesto en las Naciones Unidas. Y en algún momento Occidente, o lo que va quedando de ella, su cultura y valores, tendrá que reaccionar, por elemental sentido de sobrevivencia.
* Juan José Monsant Aristimuño fue embajador de Venezuela en El Salvador