Hay cuentos infantiles clásicos en los que ‒pese a pasar por situaciones difíciles y hasta peligrosas‒ sus personajes principales como Hansel y Gretel, Caperucita y los tres cerditos terminaron viviendo felices tras superar dichos trances; al final, lograron instalarse en un escenario amable y seguro. No sé si será el más bonito o el más conocido. Eso es opinable. Pero el de la niña cuya cabeza la cubre un gorro rojo del cual cuelga una capa del mismo color, es el que me resulta más indicado para arrancar –de esta peculiar manera– con mi breve opinión sobre el momento actual del país. También porque este relato de ficción se desarrolla en un bosque. Y la principal protagonista de uno de los últimos acontecimientos más sonados acá recientemente, es el de una cooperativa que así fue bautizada.



Esta es, pues, la “Caperucita roja” guanaca del momento: la Cooperativa El Bosque, ubicada en la apetitosa y apetecida Cordillera del Balsamo. Esa asociación ha sido acechada, hostigada, mordida y atacada por diversos lobos voraces que han querido caerle encima entre arenas movedizas, chanchullos y otros negocios funestos así como por los impulsores de viejas ideas perversas publicitadas como novedosas; estos últimos ‒para colmo‒ reprimieron a sus integrantes sin importar edad ni sexo, para lo cual echaron mano de un recurso indebido: la Policía Militar.

Indebido porque, según el artículo 68 de la Ley Orgánica de la Fuerza Armada de El Salvador, su Brigada Especial de Seguridad debe proteger las fronteras e impartir justicia militar. Y la mentada unidad “policial” es el órgano auxiliar para operativizar la segunda de dichas funciones. En general, los militares tienen prohibido constitucionalmente participar en tareas de seguridad pública a menos que exista una situación excepcional ‒como los desórdenes públicos‒ y su control escapa de las manos de la Policía Nacional Civil; para ello se permite su uso temporal. Pero, en este caso, no hubo tales disturbios. Sin embargo, como nuestra Constitución pasó a ser también un cuento infantil ya ni las formas cuidan.



A mí me queda claro el mensaje. Se trata de que la gente vea soldados fuertemente armados, con escudos y chalecos en los que resaltan las dos palabras cuyas letras blancas ‒en fondo verde olivo y mayúsculas‒ son bien visibles: POLICÍA MILITAR. Asimismo, pienso que se busca dejarnos claro que la brutalidad para enfrentar al “enemigo” volvió para quedarse. Quienes sufrieron violaciones graves de sus derechos humanos perpetrados con saña por los cuerpos policiales represivos y la milicia, antes y durante la guerra, así deben leerlo; quienes no pasaron por eso, sus padres u otros familiares sobrevivientes de aquella época puede que se lo lean en voz alta. Y así pretenden impedir la lucha organizada y decidida, terca e irreductible que crecerá en la medida que se vayan superando los “cantos de sirena” del “bukelato” y el miedo que se pretende sembrar.

Pero hay otro mensaje. Contrario al anterior, a todas luces nocivo y perjudicial para las mayorías populares, está el de la acción valiente y creativa impulsada este lunes 12 de mayo por la Cooperativa El Bosque y la población solidaria que la acompañó. Luego de capturar con violencia a algunas personas que participaban en la misma ‒el abogado ambientalista, Alejandro Henríquez y José Ángel Pérez, pastor de la Misión Cristiana Elim de El Salvador, entre estas‒ Nayib Bukele habló de manipulación “oenegera” y partidista, implícitamente le dio la razón a un particular que denunció a la asociación y envió a una ministra a reunirse con sus integrantes para prometerles que nadie les desalojaría. Anunció, además, la próxima aprobación de la Ley de Agentes Extranjeros ‒consumada este martes 20 de mayo‒ para aplicarle a las organizaciones sociales un impuesto del 30 % a las donaciones que reciban. ¿A todas?, es la interrogante.

El 10 de abril del 2019, siendo Bukele presidente electo por las buenas, el secretario general de Nuevas Ideas distanció a este de Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Juan Orlando Hernández. Nosotros seremos ‒declaró Federico Anliker‒ “parte nuevamente de un grupo de países democráticos donde creemos en que las elecciones y los Estados” junto a “la misma gente” deben “elegir de una forma democrática a sus gobernantes y estos tres países, pues, son muy cuestionados. Son realmente Estados que han sido casi que impuestos por ellos mismos, ellos se reeligen, ha habido muertos”. Así, Anliker escupió para arriba pues Bukele terminó siguiendo rápidamente los pasos de ese trío. Y lo que el nicaragüense hizo hasta ahora caminando, él lo ha hecho corriendo. Por eso, desde hace ratos, se viene tropezando.