Richard Nixon ganó las elecciones presidenciales de 1968; había perdido en 1960 contra John F. Kennedy por apenas 112 000 votos.
Fue vicepresidente de Dwight Eisenhower, de 1953 a 1961, y triunfó vendiéndose como el "representante de la gran mayoría silenciosa"; léase, la población más conservadora.
Hasta entonces, su trayectoria era ascendentemente envidiable. En su segundo mandato al frente del Ejecutivo ‒tras superar por mucho al demócrata George McGovern‒ decidió derrocar a Salvador Allende y le reventó en la cara el escándalo de "Watergate", por lo que renunció en 1974.
Hasta hoy, solo él abandonó la Casa Blanca por la puerta trasera.
Precisamente allí recibió Donald Trump a Nayib Bukele el 14 de abril recién pasado.
He leído y oído más comentarios negativos que favorables sobre dicha visita.
Hay quienes consideraron el recibimiento del salvadoreño como un "reconocimiento" a la "excepcional labor" de un "presidente honesto".
Tal calificativo apunta a una persona honrada, íntegra, justa e intachable.
Pero este no es el caso, comenzando por el irrespeto a la legalidad cuyo culmen ‒hasta ahora‒ es su inconstitucional reelección justificada y aplaudida por quienes han intentado "envolverla para regalo", junto a muchas otras trastadas autocráticas más.
Pero también estamos quienes desaprobamos su desempeño desde antes de ese episodio que constituye quizás el más nefasto de una posguerra que, ojalá, no se convierta en la nueva preguerra.
Lo hicimos y lo hacemos con razones.
Y tras lo declarado por Bukele en Washington ante Trump y la prensa sobre Kilmar Ábrego ‒compatriota deportado por "error"‒ más lo ocurrido después, se han multiplicado las críticas.
En el Salón Oval, tras preguntarle una periodista si regresaría a Ábrego, el usurpador de nuestro aparato estatal respondió prepotente y altanero: "Espero que no esté sugiriendo que meta a un terrorista de contrabando en Estados Unidos.
¿Cómo voy a introducir a un terrorista de contrabando en Estados Unidos? Por supuesto que no voy a hacerlo.
La pregunta es absurda".
¿Podría demostrarme alguien con certeza cuándo y por qué este paisano fue declarado "terrorista" por autoridad competente, respetando sus garantías judiciales y el debido proceso?
Nadie, obviamente.
Además, la periodista nunca planteó retornar ilícitamente al susodicho.
Su pregunta no fue absurda; absurda fue la respuesta de Bukele, quien además nos proporcionó material extra para cuestionarlo luego de la fugaz visita a El Salvador realizada por el senador demócrata Chris Van Hollen; este quería conversar con Kilmar en el Centro de Confinamiento del Terrorismo conocido como el "CECOT", adonde estuvo detenido y de donde fue trasladado después a otro reclusorio.
Para ello habló con Félix Ulloa, segundón de aquel que andaba paseando.
Experto en encontrar artículos constitucionales "escondidos" y ahora en esconder compatriotas injustamente detenidos, Ulloa le negó al senador tanto la liberación del prisionero como la posibilidad de visitarlo y hasta de comunicarse telefónicamente.
Pero alguien, imagino quien, lo volvió a hacer quedar mal y Kilmar conversó con Van Hollen el 17 de abril en un sitio público.
Un empleado gubernamental les colocó entonces un par de tragos en la mesa, que eran o parecían ser "margaritas";
esa torpe "trampa" fue desenmascarada por el estadounidense, pero antes Bukele había comentado burlonamente la escena.
Días después, este apareció en una lujosa tienda italiana comprándose una carísima chaqueta personalizada.
Hay quienes preguntan si nuestros impuestos pagaron esa turisteada por Europa y si anduvo acompañado por la profusa comitiva con la que apareció en el encuentro con Trump, cuando se mostró anuente a construir más cárceles y le agradecieron lo "maravilloso" que era tener "a quien mandar lo peor de lo peor" desde aquel país.
¿Nuestros impuestos pagaron además los tres terrenos adquiridos en "Los Sueños" junto a su casa particular, para construir otra residencia presidencial?
¿También la posible adquisición de una calle en dicho complejo habitacional para su uso exclusivo y la "obra" que ofrece para compensarle al vecindario la materialización de semejante capricho?
¿Y la transacción a su favor del predio playero ubicado en una área protegida así como otras propiedades suyas y de familiares que suman, en total, más de diez millones y medio de dólares desembolsados y superan más de tres millones y medio de metros cuadrados?
Es legítimo demandar respuestas a eso y más, pero no las tendremos hasta que...
Por ello, mejor pregunto: ¿caerá Bukele?
Si cayó Nixon, claro que sí.
En su loca carrera por enriquecerse y engrandecerse, se tropieza cada vez más seguido.
Como los taludes de la carretera colindante con el turicentro "Los Chorros", se está desmoronando de a poco.
Pero no solo hay que esperar contemplando.
Las condiciones objetivas para ello están acumulándose dentro y fuera del país, pero debemos organizarnos y luchar.