Trump está rompiendo marcas, se está saltando las bardas institucionales y con eso muestra qué es y qué quiere. Que en las protestas callejeras en Los Ángeles los manifestantes enarbolen la bandera mexicana, de manera mayoritaria, no debería sorprender a nadie.



En su fase expansiva imperial, entre 1846 y 1848, Estados Unidos invadió México y se apropió de una cantidad importante del territorio mexicano. ¡Eso está fresco!

Para 2021 se estimaba que en Estados Unidos había cerca de 10.5 millones de indocumentados de diversas nacionalidades, y de esa cantidad de seres humanos laborantes 4.1 millones eran mexicanos y 2.2 millones de Centroamérica, y esas no son cifras irrelevantes. Es decir, el malestar por el ataque frontal contra los inmigrantes indocumentados mexicanos y centroamericanos no iba a tardar mucho en expresarse como lo ha hecho en Los Ángeles.



¿Es un asunto de seguridad nacional como lo ha querido "vender" Trump? De ninguna manera. Enviar a miles de elementos de la Guardia Nacional y a centenares de marinos ha sido un acto de prepotencia y una exageración. Y la amenaza de meter preso al gobernador del estado de California es una desubicación política inmensa. O peor: es una peligrosa provocación.

Lo de las amenazas es ya habitual en la retórica del presidente norteamericano, que el 14 de junio cumple 79 años. En su reciente ruptura con el histriónico multimillonario Elon Musk le advirtió que si cambiaba de bando sufriría graves consecuencias.

¿Es que Donald Trump se cree un emperador romano o un nuevo Hitler? Sus actos despóticos estarían indicando que la camisa de fuerza constitucional de Estados Unidos le aprieta el cogote y quiere zafarse de eso.

Por ahora su agenda anti inmigratoria está desplegada y ya se encuentra en el centro de la vida política norteamericana, y los hechos de Los Ángeles lo corroboran. ¿La ejecutará tal y como lo ha verbalizado? Lo está haciendo y tratará de llevarla hasta el tope.

Esta segunda presidencia de Donald Trump tiene tres características: implementar medidas gubernamentales excesivas, confrontar con casi todos (internos y externos) y partir de algunos presupuestos infundados.

Está claro que Trump y su show no es un asunto de una persona ni siquiera de un capital. Se trata de una apuesta de varios conglomerados económicos que aspiran a ubicarse de modo hegemónico en la economía mundial. Pero esto es parte de los presupuestos infundados que expresa Trump. Ahora fue con Musk con quien colisionó, pero habrán más, porque el "modo loco" de discurrir político de Trump no admite apostillas ni negativas. Juega al todo o nada.

Ese estilo no tendría problema si se tratara de asuntos particulares de los negocios de Trump y su familia. Esto que hace Trump, dentro y fuera de Estados Unidos, es temerario e irresponsable. Ahorita tiene el control del manubrio... pero puede perderlo. Y no solo por un impeachment.

Es muy probable que el caudal electoral pro Trump no haya mermado mucho, pero eso no garantiza que en algún momento se desplome. Las acciones que la administración Trump ha emprendido desde el primer día de esta segunda presidencia están tan impregnadas de equívocos que resulta difícil observar lo que se está ganando. Aunque es claro que la gran pérdida de Estados Unidos es la estabilidad política interna.

Si se compara la primera con la segunda presidencia de Trump hoy pareciera, por ejemplo, que en política internacional este señor de abuelo alemán ("sos de orígenes inmigrantes", es lo que le quiso decir de modo disimulado el canciller alemán al darle enmarcado el certificado de nacimiento de su abuelo alemán), está jugando con fuego. El caso del asesinato masivo de los palestinos de Gaza por parte de los halcones israelíes y las posiciones extravagantes y fuera de lugar de Trump muestran que su visión es deshumanizada. Estados Unidos podría detener ese genocidio de Gaza, pero no lo hace. Le está dando tiempo al ejército israelí para que acabe con los palestinos. Ese es Trump, un manojo de desaciertos.

Del tema de los aranceles mejor no hablar, porque sus resultados son inciertos. La gran potencia que es Estados Unidos da palos de ciego en la economía mundial. Pero Trump se comporta como si estuviera al mando del país que impulsó el Plan Marshall después de la segunda guerra mundial. Y ya no, aunque Estados Unidos es una potencia mundial, sus turbinas están atrofiadas.

Los acontecimientos de Los Ángeles están confirmando que Trump lo ha logrado, sí, ha logrado despertar la conciencia crítica de Estados Unidos.

• Jaime Barba, REGIÓN Centro de Investigaciones