Se ha cumplido un mes desde el descarado fraude electoral perpetrado por Nicolás Maduro y sus secuaces en Venezuela. El fraude ha sido tan descarado y burdo que pese a los repetidos llamados de la comunidad internacional, no ha habido una sola acta que el Consejo Nacional Electoral haya podido mostrar para demostrar la supuesta victoria de Maduro.
Lo que no contaba el régimen chavista es que la oposición tendría las actas y demostraría contundentemente su victoria arrolladora. No hay dudas que Edmundo González Urrutia es el presidente electo y que el pueblo venezolano votó por él, harto de la dictadura chavista que ha sumido en la pobreza y el exilio a su gente y ha acabado con la democracia y la libertad.
Hay que admirar al pueblo venezolano, valiente y aguerrido, que sigue en las calles reclamando el respeto a su voluntad, hay que destacar la figura inclaudicable de María Corina Machado, cuya valentía es inspiradora para toda América Latina.
Ningún gobierno que se precie de decente puede reconocer a Maduro. Al contrario, el aislamiento y la denuncia es lo que corresponde.
Ahí que se quede Maduro aupado solo por dictadores como los de Cuba o Nicaragua, por regímenes autoritarios como los de Rusia y China o por partidos retrógrados e incoherentes como el FMLN. Lo que el gobierno de Nayib Bukele ha hecho es lo correcto: denunciar el fraude y mantener congeladas las relaciones con esa oprobiosa dictadura.