A pesar del olor pestilente que emana los escombros acumulados en las esquinas, grupos de jóvenes en moto vestidos de civil vigilan la zona, para asegurarse que solo acceden a ella los residentes que han venido a comprobar si sus casas siguen en pie y a recoger algunas pertenencias.
El líder del movimiento islamista chiíta, Hasán Nasralá, murió el 27 de septiembre en una ola bombardeos sin precedentes que redujeron a escombros varios edificios.
Mohamed, de 32 años y que pasó 25 viviendo en la periferia sur, vino a buscar su ropa. No puede comprar ropa nueva porque los precios se han disparado por la crisis económica que paraliza el país desde 2019.
"Los jóvenes me han dicho que no tarde mucho porque hay drones volando constantemente y pueden atacar en cualquier momento", dice a AFP, negándose a dar su apellido.
Mohamed vive con unos parientes en Beirut pero a pesar del peligro quería volver al apartamento del que huyó el 27 de septiembre, el día en que Nasralá fue asesinado.
"Nos fuimos sin ni siquiera ponernos los zapatos y pensamos que nunca volveríamos a ver nuestra casa", recuerda, igual que hicieron muchos de sus vecinos.
Más de 300 edificios destruidos
Su edificio sigue en pie pero desde finales de septiembre "alrededor de 320 edificios han sido destruidos en Beirut y sus suburbios", indica Mona Fawaz, una urbanista de Beirut Urban Lab.La destrucción supera la de 2006, durante la anterior guerra entre Israel y Hezbolá que duró 33 días
Entonces, en una zona de unos 20 km2, "1,332 edificios sufrieron graves daños y 281 quedaron reducidos a cráteres, lo que obligó a 100,000 personas a mudarse", apunta la urbanista.
Ahora la periferia sur está llena de placas de asfalto desprendidas y tuberías rotas y muchas instalaciones de teléfono e internet están destruidas.
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A diferencia de 2006, la aviación israelí "apunta deliberadamente a todo lo que hace que la vida continúe", como las instalaciones que "no son infraestructuras de Hezbolá" y además "en un perímetro mayor", asegura Fawaz.
Hasán, de 37 años, creció en Mreijeh, en los suburbios del sur, donde hubo bombardeos que tenían como objetivo a Hashem Safieddine, posible sucesor de Hasán Nasralá.
Todavía recuerda "los amigos, los juegos infantiles, el olor a pan por la mañana, los vecinos peleándose, las fiestas del Ramadán".
Pero hoy el supermercado, los cibercafés o los campos de fútbol de su adolescencia ya no están.
"Tenemos miedo de volver después de la guerra y descubrir que nuestros amigos han muerto, como en 2006", lamenta.