Un tercio de los brasileños son evangelistas, un sismo religioso con profundas consecuencias políticas que Petra Costa describe en su documental "Apocalipse nos tropicos", estrenado este jueves en la 81ª Mostra de Venecia.
Costa logró en 2019 una nominación al Óscar con "Democracia em vertigem" (La democracia en peligro), una vertiginosa descripción de la enorme tensión política que vivió Brasil con la investigación anticorrupción Lava Jato, que desembocó en el encarcelamiento del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Y en cierta manera, "Apocalipse" es una segunda parte de esa inmersión en la política populista en el gigante sudamericano.
"Creo que entramos en una capa aún más profunda, como de placas tectónicas que estaban cambiando el subsuelo de Brasil, sin que algunas personas, sobre todo más de la clase media intelectual, tuvieran conciencia del cambio que la sociedad estaba pasando", explicó la directora en entrevista con la AFP.
"Es una de las mudanzas religiosas más rápidas de la historia de la humanidad, más allá de guerras y revoluciones", asegura.
País abrumadoramente católico desde su colonización por los portugueses, el evangelismo apenas representaba el 5 % en Brasil hasta 1974, cuando se produjo la visita del pastor protestante estadounidense Bill Graham, que contó con el beneplácito de la dictadura militar.
La caída de la dictadura no significó el decaimiento del fenómeno, sino todo lo contrario.
Y todos los partidos políticos, incluido el Partido de los Trabajadores de Lula, cortejó a esa parte del electorado.
Bendiciendo los escaños
Pero el evangelismo aprendió con los años a imponer sus propias orientaciones políticas.
Cuando Petra Costa rodaba "Democracia em vertigem" asistió un día, con sorpresa, a la bendición de los escaños del Congreso por parte de un pequeño grupo de fervientes diputados evangelistas.
Lo que parecía una excentricidad se fue transformando en un poderoso caucus, alentado entre otros por el popular predicador Silas Malafaia.
En un segundo plano se paseaba un diputado muy conservador y por entonces poco conocido, Jair Bolsonaro.
La cámara de Petra Costa logra un gran acceso a la intimidad de todos esos protagonistas, en especial de Malafia, que abre las puertas de su casa al equipo de rodaje.
Y al mismo tiempo, en una marca distintiva de su manera de trabajar, Petra Costa mezcla esos pasajes con archivos fílmicos e imágenes de su familia, de sus padres militantes contra la dictadura, o de la empresa constructora que fundó su abuelo, una de las más importantes de Brasil.
"Compartimos la misma tierra pero hablamos distintas lenguas", medita Petra Costa en el documental.
"Creo que ni Lula sabe lo que hacer (...), porque una gran parte de la clase trabajadora se volvió evangélica", añade en la entrevista con la AFP.
Las crisis económicas, la epidemia del covid-19, impulsaron a este movimiento, cuyos militantes se desplazaban por comunidades pobres para repartir alimentos (...) y biblias.
Era una competencia directa a los programas de ayuda pública.
"Yo no me di cuenta de la necesidad de gran de parte de la población, o tal vez de todos los seres humanos, de una manera o de otra, de una especie de trascendencia, de una espiritualidad, que puede ser religiosa", admite Costa.
Y al mismo tiempo "es necesario que haya una separación muy clara entre Iglesia y Estado, que estamos cada vez más en riesgo de perder", añade.