Cada mañana se despierta con la misma sensación de falta de aire, desolación y soledad. Leonardo, con sus 50 años, luego de despertarse, se levanta y se prepara un café con galletas de chocolate. Lee los periódicos matinales y se mete al baño, para luego vestirse como es su costumbre desde hace 27 años, cuando comenzó a trabajar en el periódico. Es jueves, día de su traje oscuro y corbata rosa lila. Leonardo, estudio periodismo en la Universidad Centroamericana, estuvo casado, aunque nunca tuvo hijos. Su divorcio coincidió con la pérdida de su dignidad.
Porque eso fue lo que más percibió al perder su empleo hace más de dos años. Se veía venir, la transformación digital acompañada de la reducción de ingresos publicitarios y la crisis económica que acompaña al país, conjugaron no solo el desempleo sino la pauperización de la profesión.
Cada mañana, luego de su ritual diario, sale de casa dirigiéndose al “bar y billar La Dalia”, donde consume su soledad rodeándose de personas, hombres y mujeres en situación similar, tratando de dignificarse y olvidar por un momento. Olvidar que se encuentran dentro del alto porcentaje de personas en edad productiva que carecen de empleo en este país.
Olga Sofía, nunca fue guapa. Pero en su juventud confiaba de un cuerpo atlético, fuerte y llamativo, que complementaba una melena ondulada, exuberante, negra azabache que adornaba su espalda y estimulaba el pensamiento tanto de hombres como mujeres. Ella, también fue casada sin hijos. En un tiempo con un trabajo que amaba en una empresa de maquila, había terminado limpiando casas esporádicamente. El tiempo que nada olvida, se había encargado de volver flácidos sus músculos y acumular más grasa de lo que ella hubiese querido, redondeando y abultando su abdomen. El negro azabache de su hermosa cabellera, suplantado por un tono grisáceo acompañado de una disminución notable, especialmente en la región frontal de su cabeza. Ella también frecuentaba aquel bar del centro histórico de nuestra capital. También buscaba consumir su soledad y dignidad.
Sus miradas se habían cruzado en varias ocasiones. Aquella mañana, Leonardo la vio de reojo, y se planteó la posibilidad de un encuentro. Lentamente se acercó a la mesa donde Olga Sofia se encontraba sentada. Hola, dijo Leonardo, he visto que frecuentas este lugar al igual que yo. Así es, respondió Olga Sofia, es un lugar seguro para tomarse una taza de buen café, y despejarse la cabeza. Me llamo Leonardo, continuo, y estoy desempleado, me imagino que tú también. La mirada lánguida de Olga Sofia se desvió hacia su taza de café. Si, también, le contesto, al tiempo que levantaba su mirada para posarse en los ojos de Leonardo. Venir a este lugar cada día, me hace sentir pertenencia y aligera mi soledad. Pretendo que tengo un lugar de trabajo, dijo ella con una ligera sonrisa, por ello me arreglo y vengo cada día a la misma hora. Aquí hago planes para continuar mi búsqueda, que cada día se hace más pesada.
Hace unos días en su visita a la República Argentina, el presidente de nuestro país dio declaraciones sobre el desempleo en nuestro país: “No hay desempleo en las áreas productivas de turismo, agricultura y construcción actualmente en El Salvador”. Según estadísticas de la Encuesta de Hogares de propósitos Múltiples 2023 (EHPM), elaborada por la Oficina Nacional de Estadísticas y Censos (ONEC), un 42.5% de los ciudadanos no tenía trabajo o lo hizo en condiciones precarias, con muchas horas laborales o menos de las requeridas, sin prestaciones sociales y con bajos ingresos (subempleados).
Según los últimos datos del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), que, por supuesto ya no se publican, indican que hay menos de un millón de personas con trabajos formales, lo que contrasta con los 2.9 millones de personas trabajando que reporta la EHPM. Según economistas locales, este contraste nos indica que cerca del 70% de las personas trabajando lo está haciendo de manera informal.
El último estudio realizado por el Centro de Estudios Ciudadanos de la Universidad Francisco Gavidia (UFG), divulgado en julio de este año, confirma que hay un importante porcentaje de salvadoreños que no tienen condiciones laborales estables. Entre sus datos se muestra que el 61.7% de los encuestados trabaja actualmente, pero de ellos, sólo el 25.1% tiene un empleo formal, mientras que el resto está en el sector informal (24.69%) o tiene un emprendimiento (11.61%).
El desempleo tiene un impacto que va más allá de las dificultades económicas, afectando profundamente la salud psicológica y social de los individuos. Las historias de Leonardo y Olga Sofía ilustran cómo el desempleo puede llevar a efectos psicológicos como el estrés, la ansiedad y una disminución de la autoestima, así como a problemas de aislamiento social y estigmatización.
Es crucial que la creación de empleos formales sea una prioridad en los planes económicos del gobierno. Esto no solo ayudará a mitigar las dificultades económicas, sino que también abordará las profundas consecuencias psicológicas y sociales del desempleo, promoviendo así un bienestar integral para los individuos y la sociedad en su conjunto.