El periodismo es, como decía el gran Gabriel García Márquez, el oficio más lindo del mundo. Se requiere acervo cutural, ética profesional, formación sistemática y la plena convicción que el periodista es un ser ideológico que no debe ser partidario ni con fines mercantiles. En términos románticos el periodista es un fiscalizador del orden social, económico y políticos
Es amigo de la verdad y busca informar exponiendo las diferentes aristas de un hecho para que sea el receptor y perceptor a la vez quien valore el hecho a partir de su propia convicción o su marco referencial.
Ser periodista conlleva una inmensa responsabilidad. La plena convicción de que ejercemos una forma de comunicación política y que en periodismo cultivamos fuentes y no amistades interesadas. Los periodistas no nos enamoramos de los medios, sino del periodismo y como tal nuestro deber ser son los públicos, tan heterogéneos, masivos y anónimos. En términos prácticos e ideales hacemos nuestra labor pensando en satisfacer las necesidades informativas de nuestros lectores, televidentes, oyentes y nuestros seguidores en redes sociales.
Aquel que hace su labor periodística pensando en satisfacer a un sistema ideológico, a los dueños del medio de comunicación, a los anunciantes o a determinados intereses, no merece ser llamado periodista, pues le queda inmensamente grande esta dignísima profesión. Las satisfacciones del periodismo no suele ser materiales porque la misión es generar en la ciudadanía el poder que da el tener información precisa y útil. Tampoco merecen ser llamados periodistas los mercaderes de la información o los que se venden al mejor postor. El periodista es un ser ideológico con necesidades materiales, entre ellas un empleo y salario dignos, pero por ética la satisfacción de esa necesidad no debe ser una condicionante el ejercicio periodístico.
Mucho menos son periodistas los que se dicen creadores de contenido. Más bien éstos últimos son ignorantes reproductores de contenidos alienantes y muchas veces sin sentido, parte de un sistema manipulado que en esencia busca atrapar el intelecto en su máxima reducción. Ellos mismos están atrapados en la ignorancia y en esa virtud sin pretenderlo atrapan a otros, lo que satisface las intenciones del sistema que busca su mantenimiento y expansión entre la ignorancia.
El término periodista también le queda demasiado grande a aquellos que piensan que ya lo saben todo tras cinco o seis años de estudios universitarios. La universidad brinda una formación sistemática en áreas periodísticas (Redacción, teorías de comunicación e información, formación de sociedades, fotoperiodismo, periodismo de opinión, diseño de medios, producción de radio y televisión, periodismo de opinión, relaciones públicas, periodismo económico, reporteo, investigación social, reportajes, administración de medios, publicidad, cinematografía, periodismo cultural, historia, entre otras). Al final la universidad entrega una licencia para ejercer el periodismo (Licenciado en Periodismo), pero no entrega periodistas, pues estos se hacen llevando a la práctica lo asimilado en las aulas superiores. Una vez en ejercicio hay que continuar la reparación, siendo fundamental la lectura interpretativa.
El periodista, más que otro profesional está obligado a leer y leer. Quien lee alimentan su acervo cultural y tiene más capacidad para leer la realidad. Leer la realidad es interpretar con criterio crítico los acontecimientos en cualquier orden de la vida. El periodista que se prepara constantemente duda d las versiones populares y oficiales como consecuencia de su conocimiento y no se limita a ser un reproductor de la información sesgada o proveniente de fuentes interesadas. El buen periodista duda e investiga. Más allá del rostro bonito encuentra el maquillaje y desnuda a verdad sin que esa desnudez sea producto de malas intenciones o de intereses descarados de personas o instituciones.
Ser periodista es fascinante. Nos volvemos adictos, nos fascina el síndrome de “la página en blanco” porque nos gusta ser testigos en primer plano de la historia de la cual somos partes. Tan fascinante es el oficio que luego de una adecuada formación académica y una preparación constante, todos requerimos una alta dosis de credibilidad. Periodista o medio de comunicación sin credibilidad es como que no existiera.
Ryszard Kapuscinski, de nacionalidad polaca y uno de los mejores cronistas a escala mundial, dijo alguna vez que “las malas personas no pueden ser buenos periodistas”, pues el periodismo implica más que logros y vanaglorias personales, la satisfacción de servir a la sociedad con la veracidad y la conciencia plena que se brinda a la población el “poder de estar bien informado”.
En el Dia del Periodista Salvadoreño, un fuerte abrazo para los colegas que con ética y dignidad ejercen el oficio más lindo del mundo. ¡Felicidades periodistas!