El Clan Bukele es incapaz de compartir con empresarios en recesión, y miles de emprendedores en bancarrota, “la fórmula mágica” para alcanzar semejantes niveles de dorada prosperidad, en su riqueza personal y familiar que se multiplicó “milagrosamente” al menos doce veces (1200 %), en menos de sesenta meses; casualmente en el periodo de su mandato presidencial. Este milagro es más grande, y extraordinario, si se compara con el fracaso de un país cada vez más empobrecido, que adolece de raquitismo crónico producto del bajo crecimiento económico, abultado endeudamiento y fracaso de las pensiones. Además, la tendencia a profundizar más la pobreza, por el despido de miles de trabajadores de instituciones gubernamentales, severos recortes al Presupuesto General de la Nación, clausura de programas sociales; y las familias pobres no ajustan siquiera para comprar la canasta básica de alimentos.
El veinte de septiembre fue publicada una amplia investigación periodística por Redacción Regional y FOCOS, dos prestigiados medios de comunicación especializados que destaparon el vertiginoso crecimiento económico del Clan Bukele; cuyo efervescente crecimiento muestra un iceberg que supera los $9.2 millones, solo en 34 nuevas propiedades. Ese reportaje informa que tuvo evidencia de 74 escrituras del registro público, hipotecas, datos del perfil de 40 sociedades empresariales, rastro de millonarios créditos bancarios de los que se desconocen las garantías que los respaldan; sociedades que en algunos casos en el año 2019 apenas contaban con $2,500 dólares de capital, y en 2023 milagrosamente sus activos excedieron los $6.8 millones de dólares.
El milagrito del nuevo emprendimiento familiar de los Bukele ya suma, hasta donde se conoce: siete fincas productoras de café gourmet, de las que más de cien manzanas producen la más alta calidad. Estas propiedades otrora fueron patrimonio de antiguas familias de abolengo, aquellas 14 familias, a las que hoy, por fin, Bukele logró el dorado sueño de arrimar su clan a este círculo exclusivo. A este emprendimiento suman dos haciendas y otras propiedades con 231 hectáreas; que incluyen vastas plantaciones de caña de azúcar; se agregan otras propiedades en las más exclusivas zonas turísticas del paradisíaco lago de Coatepeque. Este emporio incluye casas de campo, propiedades de playa bajo el programa de Surf City; exclusivos apartamentos de lujo en las zonas más acomodadas; y la más reciente adquisición de edificios considerados patrimonio cultural en el mismo corazón del recién “rescatado” Centro Histórico de la capital, claro con el casual beneficio de una ley que exonera de impuestos a nuevas inversiones.
A este nuevo y pujante entramado empresarial de alcance exportador, terrateniente e inmobiliario, todavía falta conocerle detalles sobre los balances contables que sustenten el milagro alcanzado mediante esas cuarenta sociedades. Además, se desconocen los datos de las declaraciones previas sobre patrimonio ante la Sección de Probidad de la Corte Suprema de Justicia, que por ley cada funcionario público, abarcando a su entorno familiar, deben presentar al inicio de la asunción del cargo. En este caso, -si es que existen esos documentos-, casualmente fueron declarados bajo reserva en el paquete de 13 reformas a la Ley de Acceso a la Información Pública (LAIP) promovidas por el mismo Bukele por medio de su ministro de Gobernación en julio de 2021. Este ejemplar legado, producto del sudor del emprendimiento familiar, explicaría por sí solo el insistente y sacrificado empeño por la reelección presidencial.
En este contexto se entiende mejor el apresurado desalojo de miles de vendedores ambulantes del Centro Histórico de la capital; el abandono a miles de productores agropecuarios y cafetaleros que no comprenden el “milagro de los Bukele”. Centenares de miles de familias sin vivienda digna que seguirán esperando a que el crecimiento inmobiliario de los Bukele también sea para ellos. Laboriosos pero ilusos exportadores que creen que el éxito del “Bean of Fire” de Bukele también será para ellos.
Esta particular visión familiar de su desarrollo, explica mejor las prioridades de Bukele, en sostener a toda costa la férrea amenaza del Régimen de Excepción, la militarización del país; y sus prioridades de invertir, -antes que en salud y educación-, en reforzar el Ejército con más tropa, armas y equipamiento moderno; y una masiva inversión en publicidad hasta que la gente se trague su “Medicina Amarga”, “sin protestar”; mientras ellos construyen su “legado”.