Todos en la vida necesitamos el perdón, es un puente inevitable que tenemos que cruzar, pero por la tozudez del ser humano, hay personas que parten de este mundo odiando y guardando rencor aquella persona que en algún momento le hizo un daño, es así como padres no perdonan a un hijo o viceversa. Es decir que las raíces de amargura se apoderan de las mentes débiles que los conducen a la venganza, lo cual abre puertas que nunca se cierran debido que la violencia solo engendra violencia, en cambio el perdón te nos dirige a la paz, te lleva a la luz, mientras que el odio te estanca en la oscuridad y la contrariedad.
Esto me recuerda el caso de Filemón, quien era un rico comerciante de la ciudad de Colosa, el cual se había convertido al cristianismo por medio del mensaje del apóstol Pablo, estando en Éfeso, que estaba cerca de Colosa, lo cual ocurrió durante el tercer viaje misionero del apóstol (Hechos, 19). La referida ciudad fue alcanzada por el evangelio a través del ministerio de Epafras, que residía en ese lugar, tal como lo explica la carta a Colosenses 1:7; 4:12. El asunto es que Filemón tenia un esclavo de nombre Onésimo, que se había fugado a Roma y le había robado unas pertenencias.
Afortunadamente, Onésimo, tuvo un encuentro con el Apóstol Pablo en Roma, donde ambos estaban en prisión. Lo cual significa que este esclavo continúo delinquiendo en esa ciudad. En ese contexto Onésimo fue alcanzado por el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de modo que hubo una conversión genuina, ante ese escenario Pablo, decide amar de forma incondicional, interceder e hipotecar su buen nombre en favor de Onésimo y le escribe a Filemón "te ruego por mi hijo Onésimo, a quien engendré en mis prisiones" (Filemón 1:10).
Pablo utiliza un juego de palabras cuando se refiere a Onésimo en el versículo 11: "el cual en otro tiempo te fue inútil, pero ahora a ti y a mí nos es útil" El nombre Onésimo significa "servicial", "útil" o "provechoso" Era un nombre común para los esclavos en aquella época. Sin embargo antes de la salvación, Onésimo había sido inútil o poco provechoso para Filemón, pero ahora se había vuelto beneficioso tanto para su amo como para Pablo. Es decir que como creyente en Jesucristo, Onésimo hacía honor a su nombre.
En nombre de Onésimo, Pablo, aún encarcelado en Roma, escribió su carta al amo de Onésimo, Filemón. El apóstol le suplicó a Filemón que aceptara de nuevo a Onésimo, no como esclavo, sino como creyente y hermano en Cristo. Pablo se preocupaba profundamente por Onésimo porque el joven había sido una gran bendición para él. De hecho, Onésimo había sido tan útil que Pablo deseaba que se quedara a su lado: "el cual vuelvo a enviarte; tú, pues, recíbele como a mí mismo. Yo quisiera retenerle conmigo, para que en lugar tuyo me sirviese en mis prisiones por el evangelio; pero nada quise hacer sin tu consentimiento, para que tu favor no fuese como de necesidad, sino voluntario" (Filemón 1:12-14).
Filemón y su familia vivían en Colosas, y la iglesia de los colosenses se reunía en su casa. Pablo escribió su carta a los colosenses al mismo tiempo que a Filemón. En esa carta, Pablo mencionó que Onésimo volvería a casa. Pablo entregó ambas cartas a Tíquico y Onésimo para que las llevaran a Filemón (Colosenses 4:9).
El corazón de la súplica de Pablo a Filemón se resume en los versículos 15-19: "Porque quizá para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre; no ya como esclavo, sino como más que esclavo, como hermano amado, mayormente para mí, pero cuánto más para ti, tanto en la carne como en el Señor. Así que, si me tienes por compañero, recíbele como a mí mismo. Y si en algo te dañó, o te debe, ponlo a mi cuenta. Yo Pablo lo escribo de mi mano, yo lo pagaré; por no decirte que aún tú mismo te me debes también" (Filemón 1:15-19).
El perdón y la reconciliación se ponen de relieve en la vida de Onésimo y en el libro de Filemón. Pablo reta a Filemón a que reciba a Onésimo de la misma manera que acogería a Pablo, como hermano y compañero en el evangelio. Y Pablo promete devolver todo lo que Onésimo le debía. El apóstol certifica su promesa escribiendo de su puño y letra, demostrando así su compromiso de restablecer plenamente la relación entre los dos hermanos. Después, Pablo ejerce una suave presión recordando a Filemón que le debe la vida a Pablo, confirmando que el apóstol fue la persona que llevó a Filemón a Cristo. Al recordarle a Filemón su propia salvación, Pablo espera que mire más allá de las transgresiones de Onésimo y reflexione sobre la realidad más amplia del perdón en Jesucristo, Aquel que perdona todas nuestras ofensas.
Filemón era un cristiano comprometido que había abierto su casa a toda la comunidad de creyentes. En los versículos 4-7, Pablo habla de su firme fe y de su amor por el pueblo de Dios. En el versículo 21, el apóstol expresa su confianza en que Filemón cumplirá su petición de perdonar y restaurar a Onésimo.