Es domingo, 4 de agosto, y de acuerdo con la tradición y normalización en nuestro país, un día de celebración y de asueto nacional. Para honrarlo, me encuentro tirado sobre una hamaca, frente al mar, con mi cerebro y sus neuronas en modo “avión”, o sea desconectado. Mi hija y su familia están de visita por el fin de semana. Ella, mientras deleita su piel con la frescura del agua de la piscina, escucha su música a “todo” volumen, como es la tradición de un salvadoreño al visitar la costa. Música y alcohol, no pueden faltar en nuestra visita a la playa. Son indispensables para poder gozar de la arena, su sol y sus olas, acompañados, por supuesto de una mariscada o un buen asado.
Mi residencia, desde hace tres años, se encuentra frente al mar. Despierto y me duermo con el susurro constante del océano. Por ello mi relación en esa convivencia, no necesita ni música estridente ni bebidas alcohólicas. Es una relación de respeto y cuido mutuo. Una relación de admiración por su grandeza y poder, que cuando influenciada por los vientos y lluvias, sus mareas altas se vuelven amenazantes, recordándome lo vulnerable que somos ante su poder. Me entristece mucho observar cómo conciudadanos, tanto residentes en nuestro país como en el exterior, admiran nuestros atardeceres, tomándose selfis al tiempo que consumen y desechan sobre la arena los envases vacíos de bebidas. Un contraste de admiración y desprecio simultaneo por la salud y belleza de nuestro planeta, nuestro país, y uno de sus tesoros más preciados. Me recuerda de la insensatez e irresponsabilidad del ser humano. Pero que más temprano que tarde, se paga. La naturaleza siempre regresa para recordarnos quien es amo y señor de nuestro planeta.
Son las 12 del mediodía, hago una pausa en la escritura, necesaria para hacerle una llamada por teléfono a mi amigo Pedro. Mi hija quiere disfrutar de unas ostras por supuesto, también tradición en la visita salvadoreña a sus costas. Y Pedro es mi contacto para ese tipo de menester. También la pausa me sirve para servirme un vaso de cerveza Regia. Mi preferida entre las locales. La verdad es mediodía, “la calor” de oriente se impone y me hace recordar, al admirar la línea azul en el horizonte que tenuemente separa el azul del cielo del azul del mar, de la frescura deliciosa que una helada cerveza Regia le otorga a mi paladar. Dios bendiga a los productores de esta joya gourmet de nuestro país. Esto me hace recordar a un profesor y jefe del departamento de patología, del hospital Rosales, que durante ocasiones especiales nos invitaba al grupo de internos a deleitarnos de una Regias “cholas”. ¡Qué días aquellos!
Pero siguiendo con el maltrato que le damos a nuestras playas, “las vacaciones” son una época especial de maltrato. Viviendo en la costa, me ha enseñado sobre la cantidad de basura acumulada en “navidad”, “Semana Santa” y “fiestas agostinas”. Es impresionante. La cantidad de artículos de consumo humano que podemos encontrar en nuestras playas es abrumador, despreciable, triste. No se como nos las arreglamos para ser tan contaminantes. Lo peor es que ante tantos ataques destructivos de nuestros connacionales, nuestras autoridades solo se afanan por seguir promocionando que más y más seres humanos, nacionales y extranjeros, visiten nuestras playas y volcanes. Sin el diseño de estrategias e intervenciones que persigan al mismo tiempo la protección de nuestro ecosistema. Es cierto, por ahí me lo menciono un diputado, existen leyes contra el deshecho o disposición inapropiado de la basura. Pero, así como existen esas leyes, también existe la ley de tránsito que considera como falta “grave” la presencia de vehículos (automóviles, notos y cuatrimotos) en nuestras playas. Sin embargo, niños y adultos continúan utilizando nuestras playas como grandes autopistas, así como niños y adultos continúan utilizando nuestras playas y carreteras como extensos basureros.
Es la una de la tarde, escucho el llamado de mi hija para el consumo del almuerzo. Así también estoy listo para mi segundo vaso de la exquisita cerveza nacional. ¡Felices vacaciones agostinas a todos! Y ojalá para el próximo año tengamos un ecosistema más protegido y limpio. ¡Salud!