Se podrían escribir tomos y tomos sobre este tema porque ha sido tan normalizado y frecuente que hay una amplia gama de obras literarias para tomar en cuenta; sin embargo, me enfocaré en 4 que me han llamado la atención por las razones que se desarrollan a continuación.

En primer lugar, el concepto de cultura de la violación no es un concepto conocido por todas las personas, ni tampoco un concepto pacífico. La antropóloga argentina, Rita Segato, es una de las personas que más lo ha investigado en América Latina, así como sus efectos. Esta autora explica que se trata de una estructura o “forma de estar y de ser” que permea la vida cotidiana y está profundamente enraizada en las normas, creencias y prácticas sociales. Esta cultura legitima la violencia sexual de diversas maneras, normalizándola y justificándola como una extensión de relaciones de poder y control entre géneros. Según Rita Segato – y otras autoras de diversas latitudes, como la canadiense Suzanne Zaccour en su obra “La fábrica de violaciones”- la sociedad tiene una tendencia a minimizar o justificar la violencia sexual, viéndola como algo normal o inevitable en las interacciones entre hombres y mujeres.

Esta normalización se puede observar en muchos aspectos de la cultura popular, los medios de comunicación, y las prácticas cotidianas, donde la violencia contra las mujeres se trivializa, se presenta como una forma de "deseo" masculino que debe ser satisfecho o hasta de un premio para la mujer sobre la cual unos ojos se han posado.

La literatura no es la excepción y desde el colegio, la universidad y a través de los años, nos hemos acostumbrado a leer grandes obras literarias que describen relaciones sentimentales, amorosas, sexuales entre hombres mayores de edad y niñas ante las cuales el resultado a ha sido variado. Alabar a los escritores que imaginaron y describieron estos escenarios.

Romantizar las relaciones entre niñas y hombres varias décadas sus mayores porque autora es una mujer que lo cuenta casi a título autobiográfico como un recuerdo hermoso, pero también inmersas e inmersos en la belleza del realismo mágico de uno de los gigantes de la literatura latinoamericana, estas relaciones aberrantes se nos han pasado por alto. Vemos 4 ejemplos que tienen muchas más capas de las que podré abordar, pero que en esencia son una justificación, una romanización y una invisibilización de terribles actos de pedofilia.

La intención no es convertirme en crítica literaria, sino que promover una discusión alrededor de un tema que lamentablemente contribuye a la normalización de la violencia hacia las niñas, incluyendo matrimonios y uniones tempranas, muchas veces resultado de una violación, aunque el agresor y la víctima, no logren o no quieran percibirlo de esta forma por motivos propios a cada caso, incluyendo distintas creencias y prácticas culturales, así como formas de dependencia y vulnerabilidades del lado de la menor.

Comencemos por “Lolita” de Vladimir Nabokov, escrita en 1955 y considerada un clásico de la literatura moderna que describe una relación en la que ambos protagonistas parecen sufrir. Lolita, como niña, es manipulada y controlada por su agresor, aunque la historia no oculta el daño que él le causa ni las consecuencias que su abuso tiene sobre ella. Por su parte, Humberto, su padrastro, es representado también como una víctima. Víctima de sus deseos producto de una patología incontrolable por su atracción hacia esta niña de 12 años. La trama es compleja y han existido cientos de intentos por analizar lo expreso y lo tácito de esta obra, pero en todo caso ha contribuido a alimentar y a justificar la fantasía de muchos hombres mayores por tener relaciones con niñas de muy corta edad. También ha dado vida a más de 5 películas que intentan contar la historia, lo que confirma el sórdido interés por este tipo de situaciones, aunque se les quiera revestir de un manto crítico o artístico.

Otro de los libros también convertidos en películas, pero, sobre todo, considerado una de las mejores obras de la escritora francesa Marguerite Duras, es “El Amante”. Medio ficción, medio autobiografía, la novela romantiza la relación entre una niña de 15 años y un hombre de 27, quienes viven una relación amorosa y altamente sexualizada, pero también imposible por los distintos orígenes de ambos, entre otros.

Esta obra ha ganado varios premios literarios y la película a la que dio origen, obra de un famoso director francés, también se convirtió rápidamente en una creación alabada por muchos. La autora del libro se distancia un poco de la película de 1992, pero no de lo aberrante que pudo ser el control que este hombre tenía sobre su cuerpo, su sexualidad, su vida. Ella dice amarlo hasta el ocaso de su vida, pero independientemente de la calidad de la escritura y de lo bien contada que es la historia o de la escenografía creada por el director de la película, la verdad es que es una historia de pedofilia y de control sobre el cuerpo de una niña, fomentada por su abandono, su indefensión, el ambiente, así como por la precariedad económica que la familia de la niña enfrentaba.

Finalmente, tengo que mencionar dos ejemplos en la obra de García Márquez. Remedios Moscote en Cien Años de Soledad y América Vicuña en Amor en Tiempos del Cólera. Remedios Moscote es casada con la venia y celebración de toda su familia y la de la familia de su esposo, el coronel Aureliano Buendía, cuanto apenas había cumplido 10 añitos. El matrimonio se da bajo presiones familiares y sociales, pues la familia Buendía es de las más prestigiosas de Macondo y un matrimonio entre niñas y hombres mayores, era algo visto como una costumbre de la época, aunque me niego a creer que aun a una edad tan corta.

Para el héroe principal de la novela, Remedios, a pesar de su corta edad, es vista como la novia ideal, aunque ella carezca de toda noción de lo que significa el matrimonio o el amor. Todavía jugaba con muñecas y se hacía pipi en la cama cuando la comprometen. Poco o nada se habla de su relación sexual en el libro y con el tiempo Aureliano pierde interés en su esposa y ella muere por un embarazo de gemelos que su cuerpo infantil no es capaz de soportar. En mi caso, esta parte del libro siempre me disgustó. La relación no tenía ningún sentido y el matrimonio siempre me pareció aberrante. Tampoco entendí la actitud del padre, de la madre y de las hermanas de la niña, que, en lugar de impedir esta boda, la animan y hasta la explican los pormenores de las relaciones sexuales para que esté preparada para su noche de bodas. Esta historia y las cifras de UNFPA sobre uniones tempranas y matrimonios infantiles en El Salvador deberían horrorizarnos y recordarnos que el primer paso para evitarlas es reconocer que, en su mayoría, son formas de violencia hacia la niñez.

El último ejemplo en esta oportunidad es el caso de América Vicuña y de Florentino Ariza. De nuevo en una de las historias de amor más romantizadas del universo de Gabriel García Márquez, Florentino Ariza espero 50 años, 9 mees y 4 días para volver a ver a Fermina Daza; sin embargo, justo antes de que ella enviudara, el hombre epitome de la fidelidad y de la constancia en el amor, había estado con más de 600 mujeres, entre las cuales, la más reciente, tenía 12 años cuando queda bajo su tutela e inician una relación sexual y, descrita en la obra, como amorosa. América se suicida cuando sabe que Florentino se ha reunido con el verdadero amor de su vida. “Pobre Florentino”; “tan bello Florentino”; “yo quiero alguien que me quiera como Florentino”, pero casi nadie habla de su obsesión por atravesar los cuerpos de las mujeres como pasatiempos mientras le sirven temporalmente.

Florentino es visto como un mártir que sufre lo indecible por amor, pero poco se habla de que, entre los cientos de mujeres cuidadosamente registradas en un cuadernito, la última tiene 12 años cuando se involucra con ella sin ningún reparo por su corta edad ni por su rol de “padre sustituto”. En la película de 2007, porque también esta obra con todas sus polémicas fue magistralmente llevada al cine, no se habla expresamente de la edad de América Vicuña.

Únicamente se muestra que usa un uniforme escolar, por lo que debemos suponer que todavía estudia en la escuela secundaria. Otro ejemplo más de una relación aberrante facilitada por el rol de cuidador que este hombre mayor tiene hacia la niña que debió proteger, pero que elige abusar, porque sucumbe ante sus deseos. Ella parece aceptarlos, en lo que solo puedo suponer desde una mirada externa, que es una mezcla de agradecimiento, falta de entendimiento y capacidad de reaccionar ante la situación; quizá hasta cariño y otros sentimientos que pueden haberla confundido y que ocurren también en la vida real.

Florentino Ariza no tiene disculpa, como no la tienen los padres, padrastros, profesores y otros hombres que debiendo ejercer el rol de cuidadores de menores de edad, eligen conscientemente usar su poder sobre ellas para abusarlas, sexualizarlas y arrastrarlas hacia una relación que podría parecer consensual, pero que, dadas la diferencia en las relaciones de poder y en la capacidad de comprender los sentimientos, el deseo sexual y el consentimiento informado, ciertamente no lo es.

Ojalá este 25 de noviembre podamos reflexionar sobre la necesidad de eliminar todas las formas de violencia hacia la mujer que existen en El Salvador y en el mundo, pero sobre todo, se hable más de la violencia que implica normalizar relaciones sexuales entre niñas y hombres mayores de edad que interrumpen el proyecto de vida de miles de niñas en nuestro país porque las relaciones sociales, las relaciones de poder, la pobreza, hasta la literatura han creado una cultura en las que este tipo de relación es normalizada, pero en las que las niñas siempre llevan las de perder.