No hay hoja de ruta en este momento para el laberinto venezolano. De hecho, la intervención de los tres presidentes apunta a esbozar una y que debería implicar al gobierno venezolano y a los opositores.
Lo primero que debe quedar claro es la cuestión de las actas que están en manos de la autoridad electoral. Y estas deben ser las que se 'produjeron’ al cierre de las elecciones del domingo pasado. No puede tratarse de otras.
Sin salvar este escollo el escenario es oscuro. Y la llave la tiene la autoridad electoral que, de hecho, es controlada por el gobierno encabezado por Maduro. De ahí que el panorama quede despejado dependerá del gobierno venezolano y, si habría que conceder una mínima autonomía, también de la autoridad electoral de Venezuela.
Las voces alzadas de los presidentes latinoamericanos que lo han hecho tienen puntos de partida diferentes. No hay que engañarse.
Que Milei, el estridente presidente argentino, se haya hecho sentir desde la primera hora, y con los malos modales de todos conocidos, está más asociado al aprovechamiento oportunista de la crisis venezolana que a razones de búsqueda de soluciones equilibradas. Eso a Milei le importa un bledo.
La señora Boluarte, de Perú, ha rechazado el resultado anunciado por la autoridad electoral venezolana, sin embargo dentro de su país aunque funge como presidenta de la república de forma legal, sus acciones que incluyen varios muertos a causa de la represión la deslegitiman. O sea, candil de la calle, oscuridad de la casa.
El problema no es que la autoridad electoral se apresuró y declaró ganador a Maduro, lo grave es que esta proclamación no está acompañada de la publicación de las actas que hoy están pidiendo los presidentes Lula, Petro y López Obrador. Y esas actas no son las que tienen los de la oposición y los de Maduro. Esas son copias. Lo que se solicita son las que están alojadas en el sistema electoral. Las que se recibieron al cierre del conteo y que todos firmaron. Y he aquí la piedra en el zapato, porque tienen que coincidir con las que tienen los partidos políticos.
Entonces, una vez se presenten esas actas vendría el siguiente paso: su auditoría. Independiente e internacional. Y todo para desactivar esa bomba de tiempo que el anuncio de la autoridad electoral puso en marcha. Y cae por su peso que al contrastarse con las actas en manos de los partidos políticos se podrá apreciar si hay concordancia o no.
¡Es que aquí alguien está mintiendo! Y eso saldrá a luz con la auditoría. Pero antes de que esta auditoría se realice, si es que eso sucede, es lícito hacerse algunas preguntas.
El supuesto hackeo al sistema electoral que las autoridades electorales anunciaron es la explicación-pretexto que justifica el apagón que hubo por horas antes de anunciar ganador a Maduro. Una pregunta obligada es: ¿el hackeo (externo al sistema electoral) puede manipular los datos o solo 'botar' datos?
Los expertos en estos temas no han dicho casi nada sobre esto. Al parecer solo 'botar’ datos, porque después del hackeo se anunció el gane de Maduro.
Entonces viene la otra pregunta: el sistema electoral (que para todos es confiable, incluida la oposición) ¿es inexpugnable? No. Y si el hackeo solo puede 'botar' datos ¿cómo podrían manipularse los datos? La respuesta es obvia: solo desde adentro se puede manipular. ¿Y quién lo controla? Pues las autoridades venezolanas. Así las cosas...
Aunque los tres presidentes han convergido en esa iniciativa mediadora, los tres tienen presupuestos y perspectivas un tanto diferentes. Lo de Lula tiene un acento más geopolítico. Lo de Petro es otra cosa, la cercanía y el refugio de la población que ha salido huyendo de Venezuela lo obliga a una relación menos ríspida con Maduro. Lo de López Obrador es otra cosa, porque además va de salida. Los tres han tenido que coincidir porque Maduro está con la lengua trabada y no puede dar cuentas porque al parecer no le salen.
Pero los tres se están moviendo según evolucionan los acontecimientos. López Obrador, por ejemplo, se movió de no asistir a la OEA a firmar el comunicado de los tres presidentes.
El juego de máscaras que tiene lugar por momentos desorienta. En público, Maduro solo reconoce a Petro como interlocutor, aunque está hablando con Lula también.
La diferencia entre Petro y Lula es que Brasil es una potencia mundial y regional, y Colombia no. Y Petro está cuestionado dentro de Colombia y no tiene la trayectoria de Lula ni su horizonte geopolítico. Brasil es de los países del BRICS.
Jaime Barba, REGIÓN Centro de Investigaciones