Cuentan que el senador romano Catón el Viejo finalizaba todos sus discursos con la expresión “Delenda Cartago est”, demandando la destrucción de la ciudad estado de Cartago, acérrima enemiga de la Ciudad Eterna.
Su demanda fue escuchada. Cartago fue arrasada. Quizás, entonces, sería prudente repetir hasta el cansancio a quienes están comprometidos con la democracia y los valores de occidente, que deberían investigar muy cuidadosamente a quienes favorecen con sus votos, porque no faltan sujetos que cuando toman el poder no lo sueltan y recurren a la violencia extrema para perpetuarse en el mismo, llegando a designar a sus sucesores, como ha ocurrido en Cuba y Venezuela y pretende hacer Daniel Ortega en Nicaragua.
La Cuba totalitaria y la dictadura de Venezuela son gemelos en sus constantes y extendidos ejercicio de violar los derechos humanos e impedir que sus ciudadanos se realicen plenamente.
Las practicas represivas de Cuba han sido trasladadas a la tierra del Libertador. La experiencia criminal de los sicarios castristas se ha desplegado en ese país, favoreciendo en extremo a sus gobernantes, realidad que me avergüenza como cubano que ama la libertad.
Los padecimientos de la Venezuela de hoy son consecuentes con el carácter y proyectos de Hugo Chávez, progenitor político del autócrata Nicolas Maduro. Este sujeto está actuando en la tradición más corrompida de Chávez, consistente en recurrir sempiternamente a la fuerza militar para imponer su voluntad.
Chávez llego al gobierno con los votos de sus conciudadanos, pero antes dirigió una sangrienta intentona golpista que no está de más recordar a sus seguidores y aliados que pretenden describir al chavismo y sus derivados, como una prístina propuesta política concebida sin el pecado de la violencia. Tanto el militar golpista, como el despótico dirigente sindical, han sido los enterradores de la democracia venezolana y como tal deben ser fichados siempre.
Chávez gustaba del terror extremo, de ahí su pronta asociación con Fidel Castro, a la vez que asumió como una de sus primeras consignas, olvidada convenientemente por sus partidarios, el "Patria, Socialismo o Muerte", deshonrando la Patria, socializando la miseria y matando y corrompiendo, función en la que su heredero le ha superado.
Elegir es una gran responsabilidad. Los errores pueden ser pagados por el elector y sus descendientes por décadas. En Cuba, los Castro conquistaron el poder por la fuerza, pero tuvieron un amplio respaldo popular, en Venezuela, fue por elecciones, capitalizadas por un militar que dirigió un sangriento golpe militar.
Cierto que Nicolas Maduro nunca ha contado con el favor popular. Heredó el poder. Las elecciones del 2013 fueron un fraude, repetido en el 2018 con las numerosas maniobras del espurio Consejo Nacional Electoral que siempre ha estado al servicio del oficialismo. En estos últimos comicios el rechazo ha sido tan gigantesco y la organización de la oposición tan eficiente, que no les ha sido posible manipular los resultados.
Nicolas Maduro y su principales asociados Diosdado Cabello y el general Vladimir Padrino López, verdugos de la democracia, insisten en desconocer el triunfo de la oposición, incrementando la represión a nuevas instancias, mientras, encarcelan y matan a quienes reclaman sus derechos.
Sin embargo, no han encontrado miedo. El pueblo, el presidente electo Edmundo González Urrutia y la líder nacional, María Corina Machado, continúan reclamando la victoria, no se dejan intimidar, aunque saben que las amenazas se pueden concretar en cualquier momento.
La victoria electoral de los venezolanos ha repercutido en todo el mundo y una vez mas se pudo apreciar en la reciente votación en la Organización de Estados Americanos (OEA) quienes están genuinamente comprometido en la defensa de los derechos de los otros, y quienes respaldan a los tiranos.
El presidente de México, Manuel López Obrador, consecuente con la histórica política de su país de No injerencia, lo que para los oprimidos resulta en complicidad con los tiranos, ordenó a su representante no participar en la reunión, lo que junto a la abstención de otros 11 países entre los que se destacan Brasil, Colombia, Honduras y Bolivia, cuyos gobiernos han sido históricamente aliados del castrochavismo, imposibilito que se alcanzaran los votos necesarios para exigirle a Maduro la publicación de los resultados de las elecciones del pasado 28 de julio.