En la experiencia sensorial que podemos vivir a través de nuestros sentidos, vamos armando una especie de mapa, en donde mentalmente sabemos encontrar los recuerdos que poco a poco han convertido su lugar en un reino; algunas veces, este reino con rasgos distópicos lo sobrevolamos sin detenernos mucho tiempo, de lo contrario seguiríamos ahondando en la mirada de las mil yardas.
La anterior frase se le atribuye al ilustrador y corresponsal de guerra Thomas Lea, quien trabajaba para la revista Life y allá por 1945 durante la invasión de la isla de Peleliu, Palau, retrató el rostro de un marine que llevaba varios meses en combate contra el ejército nipón, quien había perdido muchos de sus compañeros, su salud estaba quebrantada, pero lo que más impactaba de él eran sus ojos y expresión facial; su mirada venia de un par de pozos profundos donde ninguna chispa avistaba, un rostro que denotaba envejecimiento acelerado, cansado y que cada comisura, pliegue y línea delataban lo que es vivir con miedo en cada día.
De allí, que los especialistas clasificaron este síntoma dentro del estrés post traumático, no solo atribuido en guerras o ambientes bélicos, sino a todo aquel evento traumático que impacte en la vida de un niño o de un adulto.
Pero, ¿qué hay de vivir con miedo, ya sea por una época o aceptándolo como parte de la normalidad? Probablemente es por medio de la ansiedad y el agotamiento que nuestro cuerpo ya nos ha hablado sobre esto. Siendo que hasta hace poco en esta sociedad se ha empezado a mencionar la salud mental, no hemos podido lidiar con las emociones, se ha estigmatizado el hecho de manifestar cierto cansancio, apatía, tristeza continuada y más síntomas propios de una prolongada existencia entre el estrés, miedo e impotencia. A llegar a una aceptación de vulnerabilidad emocional, porque es tan real que el miedo tiene tentáculos y se enraíza donde no lo vemos pero se vuelve compañero molesto por décadas; pese a lo anterior, esta problemática comienza a ser abordada, en algunos medios de comunicación ya existen programas semanales que tratan de orientar por medio de profesionales en salud mental a las personas ante las diferentes situaciones que puedan estar pasando.
La sensibilización es parte de ser humanos y ante esto no se puede ser indiferente y ver en blanco y negro lo que pasa ante nuestros ojos. Por un lado silencios incómodos, versiones de hechos que no casan y que siguen haciendo ruido como metal en asfalto, una economía al alza, etc. Son factores sociales, entre otros, que absorben el día a día de los ciudadanos generando mayor incertidumbre de la que ya lleva consigo la vida misma. Si una sociedad está enferma se sana solo reconociendo que fue lo que provoco su enfermedad, de igual manera a nivel personal.
De la misma manera que en el tratamiento y apoyo psicológico que se establece para los pacientes con la mirada de las mil yardas, así también para la ansiedad e incertidumbre aplica el poder expresar el sentir de cada quien, que atentamente se le escuche. Jamás abstraerse de la realidad ha resuelto ningún impacto emocional. .