Soy parte de una generación que fijo de gran manera su gusto musical en el movimiento del rock en español, cuando este se comenzara a gestarse notablemente a finales de la década de los setentas y el cual tuvo mayor auge a principios de los ochentas. Un movimiento, que como toda expresión artística se oxigenó de sueños propios con talentos deseosos de encontrar el sentido y forma en la misma existencia, pero también, en algunos casos, eran aunados con motivaciones sociales y políticas. Al final, una fusión de sentimientos que conectaron y anclaron en el pensar y sentir de muchos.
Por mi lado, soy una de esas personas que entre letras y acordes particularmente subjetivos, encontré ecos sensoriales en común dentro de muchos interpretes en español, desde Suramérica hasta tierras aztecas, también dentro del mismo género en la península Ibérica; que si bien con variantes sociales y culturales, pero que ampliaron en mi recién estrenada adolescencia una considerable cantidad de escenarios de vida. Tan solo con escuchar y poder dimensionarlo en mi mente atenta. Cuánto hay de verdad en que la imaginación debe estar siempre presente en nosotros, para poder extendernos más allá de cualquier frontera que circunde el pensamiento.
Es así, que hace unas semanas, tuve la oportunidad de leer Cerati. La Biografía, de Juan Morris. Una muy buena exposición biográfica de este astro del rock argentino, que sin caer en el error tradicional de consignar dentro del libro una imagen impecable e irrefutablemente benigna del mismo, nos muestra que era solo un humano más. Con una vulnerabilidad y fragilidad sobre las debilidades que nos aquejan como seres terrenales, pero con una creatividad musical única.
Juntos, Gustavo Cerati, Zeta Bosio y Charly Alberti, crearon Soda Stereo, un trio que supo enlazarse en una parte de la sociedad argentina que a comienzos de los ochentas, querían ir dejando atrás los resabios de la dictadura militar, que había herido tan profundamente a muchos. Fueron una propuesta musical fresca, sin un pasado de persecución o protesta, ciertamente con un mote anglosajón como influencia en sus notas; pero... lo mágico de las influencias es que dan paso al nacimiento del estilo propio. Llegando a ser un referente del rock en español como grupo y luego Cerati en solitario, perfeccionando aún más su estilo, con letras que ondeaban en amor, nostalgia y existencialismo.
Confieso que sí creo que queda mucho en nosotros de lo que leemos y escuchamos, y en mi adolescencia adoré la prosa con la Gustavo Cerati hablaba sobre sus amores, la soledad, el transcurrir del tiempo, en si todo aquello que nos hace ir comprendiendo la existencia.
Actualmente, agua ha pasado bajo el puente. Recientemente se conmemoraron diez años de que Cerati partió de este plano, dejando un legado musical valioso. Y continúa, tanto como en grupo y como solista, siendo referencia e influencia para muchos músicos emergentes, que luego deberán formar su propio estilo y aportar con su talento.
En cuanto a mí, sigo escuchando la música que me hizo expandir mi mente, apreciar acordes y amar esa prosa sensual que no sabe de ordinarieces ni patanerías.
De esta manera, no todos percibimos y adecuamos tal experiencia, para el caso en la experiencia musical, al punto que influya en el aspecto emocional en la misma manera que a unos y otros. Sin embargo, pienso que lo que prima ante la observación o vivencia experimental es la constante naturaleza humana; que si bien es general no lo es en cada particular en el momento de conectar y despertar tantas emociones como en paralelo un surgimiento de identificación.