“Tiene la virtud de parecer hermosa, pero, en el fondo, es la más asqueante de las situaciones”. Esta frase la rescato de Roque Dalton. Nuestro poeta revolucionario universal ‒acusado falsamente y asesinado impunemente por dizque “compañeros”‒ la incluyó en, para mí, su obra más punzante y descarnada: “Pobrecito poeta que era yo”. ¿Por qué la traigo a colación? Pues porque es descripción sintetizada pero muy atinada de la realidad actual salvadoreña, dardo directo a su corazón y denuncia visceralmente oportuna. Luego de una corta cita de Francisco Gavidia y antes del “Prólogo y teoría general” de la novela, Roque también incluyó esta de Pedro Geoffroy-Rivas: “Vivíamos sobre una base falsa. Cabalgando en el vértice de un asqueroso mundo de mentiras, trepados en andamios ilusorios, fabricando castillos en el aire, inflamando vanas pompas de jabón, desarticulando sueños. Y mientras, otros amasaban con sangre nuestro pan, otros tendían con manos dolorosas nuestro lecho engreído y sudaban para nosotros la leche que sus hijos no tuvieron nunca”. ¡Qué vigencia!
La mejor fotografía de ese jodido y arraigado escenario es la del centro histórico capitalino convertido hoy ‒más bien‒ en “alegórico” por ser una ficción, al presentarnos una imagen que no es la de su entorno cercano ni corresponde al dolor de patria que lacera a nuestras mayorías populares. ¿Que están quedando bonitas las cuadras en las que demolieron edificaciones antiguas? ¿Que le metieron mano al Palacio Nacional para dejarlo, dicen, parecido a cualquier lujoso y costoso hotel? ¿Que hermosearon calles y encendieron un lucerío? ¿Que demolieron la anterior Biblioteca Nacional y en su lugar empotraron una construcción, también iluminada hasta decir ya no? ¿Qué barrieron las ventas de la pobrería? A todo eso agréguenle una publicitada “Ciudad del surf” o “Surf city”, para quienes prefieren la casi oficial lengua “bukeleana”, y otras extravagancias. Nadie debería colocar semejantes ocurrencias cosmetológicas sobre las cotidianas angustias de tanta gente, cuyas espaldas soportan el peso de la injusticia social y la desigualdad estructurales.
Lo ocurrido en la realidad y no en la ficción del oficialismo es que durante los cinco años que fue presidente constitucional, Nayib Bukele enjaranó hasta la médula al país; de junio del 2020 a junio del 2024, incrementó la deuda pública total en casi diez mil millones de dólares. Y lo continúa haciendo, siendo inconstitucional. Otro indicador: en la región, lo mantiene como el que menos inversión extranjera directa consigue.
También fantaseó, cuando fue gobernante por las buenas, anunciando no uno sino varios planes económicos; alguno, se dijo, sorprendería al mundo. Hoy, instalado por las malas en la silla dictatorial, asegura que va a “sanar la economía” mediante la ejecución de otro plan ahora “milagroso”; habla de seis fases iniciadas con la de la “alimentación”, que incluye la proliferación de “agromercados” y la “eliminación” de aranceles a alimentos de la canasta básica ampliada ‒aranceles inexistentes, por cierto‒ para continuar con las de la “tecnología” y la “logística”.
Y, como ya es costumbre, amenazó a quienes no se “alineen”. “Les voy a dar un mensaje ‒sostuvo el pasado viernes 5 de julio‒ como el que le dimos a las pandillas al inicio del 2019. Les dijimos ‘paren de matar o no se quejen después’. Bueno, ahora el mensaje es ‘paren de abusar del pueblo salvadoreño o no se quejen después’”. En realidad, las elecciones presidenciales del 2019 fueron en febrero y él tomó posesión hasta el 1 de junio; fue en marzo del 2022 que lanzó ese “mensaje” a las pandillas.
El nuevo notición del cual se ufana el régimen es que ya casi logra el ansiado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, organismo de la banca multilateral que en la década de 1970 ahogó en Chile a Salvador Allende ‒presidente constitucional– y le tiró salvavidas al dictador que lo derrocó: Augusto Pinochet. Así funcionan las cosas. Pero le ha condicionado el desembolso. Debe fortalecer las finanzas públicas y reforzar las reservas bancarias. Nada sencillo. Acerca del bitcoin como moneda de curso legal, parece que aflojó la pita y ahora habla de “mitigar los riesgos”. Pero mantiene firme con la mejoría en gobernanza y transparencia, ambas ninguneadas por el “bukelato”.
Este comenzaría a generar alguna credibilidad si destapara desde sus entrañas, no desde afuera, la corrupción que lo carcome e hiciera lo debido con quienes han estafado a nuestro pueblo. Lo ocurrido recientemente con la mafia legislativa ciánica y cínica, es solo un botón de muestra; no de transparencia. Falta conocer lo que ocurre en el resto del aparato estatal, controlado por quien presume darse cuenta de todo: Bukele.
P. D. Si en París hubieran competido en la modalidad de corrupción en carrera libre, la delegación guanaca quizás habría ganado alguna medalla.