Se llega a entender en toda su dimensión humana, el desahogo desenfrenado de una multitud, un pueblo, un individuo obnubilado por la presión contenida, como la explosión de un volcán que arroja el fuego, sus cenizas y el magma sometidos a la presión de la franja terrestre.
Pude observar su efecto en Nicaragua, cuando el volcán Cerro Negro situado a unas 20 kilometros de la ciudad de León, hizo erupción. !Viva León, Jodido!, es el grito de identificación que usan los lugareños para demostrar alegría o celebrar una hazaña, desde la celebración de La Purísima, el natalicio de Rubén Darío o los tres strikes con el que cierra el partido un lanzador de los Leones de León venciendo a los indios del Bóer de Managua.
Lo cierto es que la ciudad, toda la ciudad, amaneció bajo una capa de ceniza. Las calles, calzadas y los techos de las casas entejadas, y las cúpulas de la Catedral de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, donde se encuentra la tumba del poeta Rubén Dario, padre del modernismo literario, autor de Azul, Margarita, A Roosevelt y Prosas Profanas, entre otras muchas.
Había que recorrer la ciudad con botas de goma y tapabocas semejantes a las usadas en la pandemia del Covit-19. Se arruinaron centenares de hectáreas de cosechas. La comunidad internacional se movilizó, entre ellas Venezuela, que en menos de 24 horas dos aviones Hércules C-130, aterrizaron en el aeropuerto de Managua cargado de medicinas, alimentos y personal de asistencia y evaluación.
Cuando un hombre o sociedad es sometido a una presión similar a la de un volcán, sin posibilidad de drenar sus energías en forma natural, explota y se lleva todo lo que está frente a sí de una manera caótica. Lo mismo pasa con los humanos de forma individual o colectiva. Cuando se ve oprimida, presionada, contenida, explota irracionalmente.
El primer contacto con esa realidad la tuve en la literatura, con la obra teatral Fuenteovejuna del dramaturgo español Lope de Vega, escrita por allá en 1612, basada en un hecho real ocurrido en tiempos de los reyes católicos, cuando en la villa de Fuente Ovejuna gobernada por un Comendador arbitrario, cruel y despiadado, provocó que el pueblo llano reaccionara, enfurecido se enfrentó a su guardia personal entró a su casa y le dio muerte a pedradas. El Rey envió investigadores y jueces para juzgar a los asesinos, pero la respuesta fue la misma en todos los habitantes. Ante la pregunta de ¿Quién mató al Comendador?, cada uno de los interrogados contestó: “Fuente Ovejuna, Señor”.
Más cercanos a nuestra época hay casos emblemáticos francamente impactantes, pero que descubren la verdadera trascendencia de este soltar emociones, sufrimientos y pasiones íntimas del ser humano, a pesar que antes de que se produjeran, nada denotaba esas pasiones del alma a punto de desbocarse en una sola. Quizá el caso más conocido sea la suerte final que corrió el dictador Benito Mussolini y su pareja Claretta Pettaci, colgados de los pies en la Plaza Loreto de Milán el 28 de abril de 1945 junto a tres de sus colaboradores más cercanos.
Dos días después, el también socialista Adolf Hitler se suicidó junto a su esposa Eva Braum en un búnker de Berlín. Y más reciente, el dictador comunista Nicolas Ceausescu y su esposa Elena, fueron fusilados el 25 de diciembre de 1989 cuando a la caída del modelo soviético, el sangriento y corrupto dictador comunista rumano, se negó a entregar el poder.
Los venezolanos tenemos nuestro propio tirano, a la altura de los nombrados o más, porque ha sabido crear la dictadura perfecta sin romper la imagen de vivir en democracia, tal como lo pauta la Constitución. Hay elecciones, empresas privadas, cinco poderes, multitud de partidos políticos y hasta una Defensoría Pública. Superó al PRI de México, llamada por Mario Vargas LLosa, en su momento, la dictadura perfecta.
Sin embargo, nuestra tiranía con menos tiempo que el PRI en el poder, logró que más de siete millones de venezolanos se expatriaran por diversas razones, hasta por la más elemental: sobrevivir y no morir de inanición o infestados por comidas llegadas en cajas de cartón desde cualquier lugar del mundo.
A lo que se agrega el desatado raid de detenciones arbitrarias de ciudadanos de todas las edades y género, acompañadas de la violencia indebida; y a la actual y humillante operación “tun tun”, que más recuerda nos recuerda a la Noche de los Cuchillos Largos (Alemania nazi, 1934) y a la de los Cristales Rotos (Alemania nazi, 1938), que a una canción tradicional de la Navidad venezolana.
Sería larga la lista de sufrimientos y arbitrariedades, violaciones de Derechos Humanos, crímenes de lesa humanidadn y genocidio cometidos y comete en este instante, la tiranía de Maduro y sus secuaces. Habría que contratar a Stephen King para que narrase los horrores sufridos por los criollos, indígenas y habitantes de estas tierras, invadidas hoy por toda clase de criminales y terroristas, llegados e instalados en nuestro territorio.
Nuestro territorio, llamado por Cristobal Colón Tierra de Gracia, regado por las aguas del Caribe y atravesado por el soberbio Orinoco, es tierra de gente de paz, alegre, orgullosa, familiar, musical, “guachafitero”, que combina de manera natural su espiritualidad con la bonhomía y sencillez; muy lejana a la retorcida psicología del Nicolás Maduro y sus secuaces, por lo que nuestro tirano no tiene porque preocuparse por reacciones explosivas, como la erupción del volcán Cerro Negro.
A lo que sí debe temer es a la justicia divina y a la humana. La divina, pues, no pretendo escrutar su intención ni veredicto. Pero a la humana sí. Además, se encuentra en manos de jueces internacionales muy meticulosos, no elegidos a dedo, sino por sus méritos y conocimientos jurídicos.
Me refiero a la creación de la Corte Penal Internacional, el 17 de julio de 1998 en la ciudad de Roma (por ello se le conoce como el Estatuto de Roma) firmado por el Canciller Mario Burelli Ribas, acompañado por los Embajadores Victor Rodriguez Cedeño como Jefe negociador de la delegación venezolana y de la Embajadora Milagros Betancourt.
Tratado que posteriormente fue ratificado por el gobierno de Hugo Chávez, el siete de junio del 2000.
¡Vaya qué ironía!
Ironía, porque ese mismo Tratado mundial firmado por el “Comandante Eterno”, es el que va a librar los autos de detención internacional contra Nicolás Maduro, y algunos más de su entorno responsables de: 1) crimen de genocidio 2) crimenes de lesa humanidad. Tal como los define el artículo 5 del Estatuto.
No es la intención de esta reflexión hacer un análisis jurídico procesal sobre el articulado del Tratado y sus singularidades, sino hacer ver que nuestra explosión espiritual de tristeza, impotencia y de ira contenida se desahogará en una Corte de la que no podrá escapar Maduro. Porque nuestros postes y paredes de fusilamiento, que saciaran esa necesidad de reparación, serán la Corte Penal Internacional.
Y será así, tenemos recursos humanos inmejorables, abogados e instituciones que ya han hecho los señalamientos, han actuado y actuarán en representación de los millones de víctimas de las acciones realizadas por militares y civiles venezolanos contra su propio pueblo.
Antecedente y experiencias hay, y desde muy temprano; ya en el 2003 un humanista, abogado hispanovenezolano, graduado en la UCV con honores, diplomático, taurino, catedrático, introdujo ante la CPI una acusación sobre crímenes de lesa humanidad contra el presidente Hugo Chavez Frías. Esto sucedió , a raíz de los acontecimientos acaecidos en Puente LLaguno, desde donde milicianos armados dispararon contra la multitud opositora que se manifestaba contra las arbitrariedades del presidente. Allí quedó, en los archivos, porque el indiciado ya está en otras instancias celestiales.
Años después, una joven periodista venezolana, radicada en España, nos recrea con las peripecias legales, escrutadoras y don de gente de William, Cárdenas para superar el temor de no ser aceptada como residente temporal en España. Descubrió Cárdenas, rebuscando aquí, allá y acullá un Decreto Real dictado para proteger europeos ajenos a la Unión Europea, y con él a mano se instaló en las Cortes Generales (Congreso) hasta lograr que este poder legislativo emitiera un Decreto semejante, para cualquier ciudadano del mundo.
Cárdenas y su equipo de CICIVEN (Comité internacional contra la impunidad en Venezuela), instaron recientemente al presidente Javier Milei a reinsertar Argentina en el grupo de países (Canadá, Colombia, Paraguay, Perú y Chile) que accionaron en 2018 ante la CPI, a lo cual accedió y así lo hizo el pasado 19 de julio. Hoy, el expresidente Alberto Fernández quien la había excluido en el 2020, quizás tenga que pagar sus devaneos, por otras causas, en una penitenciaría.
Y así, lo han hecho ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, coadyuvado con la OEA a introducir su requerimiento a la CPI contra Nicolás Maduro y sus cómplices.
Aunque hay quienes piensan que haber fraccionado y entregado el territorio nacional a filibusteros de toda calaña, servido de base territorial a cuanto terrorista del Medio Oriente conspire contra Occidente, saqueado el patrimonio nacional, y hasta los cementerios, destruido el sistema educativo, sanitario, monetario, encarcelado, desaparecidos, torturados, violados, merece una penitencia como la de Sadam Husein, Osama bin Ladem o Muammar al Gaddafi.
Pero nosotros somos civilizados y creemos en el derecho, la justicia aplicada en tribunales como el de Nuremberg y, por supuesto, en la impartida por la Corte Penal Internacional.